¡EL SEXISMO MATA!
Yves Desjacques
Director ede recursos humanos del grupo La Poste
Los recientes y muy conocidos casos de violencia contra las mujeres en la industria del cine deben hacernos recordar el hecho de que el sexismo cotidiano, considerado casi normal o común, es un arma de destrucción masiva para la mitad de la humanidad.
Desde hace varios años, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE en sus siglas en inglés) publica un indicador, el Índice de Instituciones Sociales y Género (SIGI, por sus siglas en inglés), que permite analizar las diferencias relativas entre los derechos de las mujeres y de los hombres.
Observamos señales muy alentadoras; por ejemplo, el desarrollo constante de Sudáfrica y Marruecos, países donde el estatus social y legal de la mujer ha mejorado de manera significativa, así como el aumento constante en el número de países que han adoptado una legislación para luchar contra la violencia doméstica.
En las empresas de los países del G20 y de la OCDE, los salarios promedios mensuales de las mujeres son un 17% más bajos que los salarios de los hombres. Esta realidad es inaceptable. De las empresas depende que se considere como obvio el principio simple de “a trabajo igual, salario igual”. Además, muchos países convencidos de ello, han implementado una reglamentación estricta sobre este tema. En este sentido, los países del norte de Europa son un ejemplo.
Por consiguiente, y en la mayoría de los casos, gracias a una lucha constante por parte de las mujeres, se han logrado numerosos avances a favor de la igualdad entre hombres y mujeres. La entidad de la Organización de las Naciones Unidas, ONU Mujeres, personifica de manera admirable esta lucha a través de sus diversas campañas de concientización.
Pero, volvamos al análisis del indicador SIGI.¡Este indicador muestra que casi el 50% de las mujeres creen que la violencia doméstica puede ser justificada bajo ciertas circunstancias!
Esta cifra es escalofriante porque demuestra de manera clara que la desigualdad de trato, el desprecio e incluso la violencia son considerados por algunas como parte de su condición como mujer.
Generalmente, el sexismo es un tema del cual se habla menos que otros cuya realidad es intolerable y que son, en primer lugar, la violencia doméstica y, desde luego, la diferencia entre los derechos básicos y las desigualdades salariales. Sin embargo, el sexismo es un verdadero veneno.
¿Cuáles son los elementos de esta desviación?Aquí hablamos de noción de estereotipos de género. Un estereotipo es una representación mental que asocia ciertos comportamientos a una persona específica.
El estereotipo conduce directamente al prejuicio, es decir, a ideas preconcebidas, construidas artificialmente a causa de falsas representaciones. Se dirá, por ejemplo, que las mujeres son más amables y hogareñas, su función natural es cuidar de los niños, y que el hombre es más duro y combativo, que debe ejercer el poder y hacer la guerra. Si damos una mirada a los catálogos de juguetes para niños en el mundo, en la mayoría de estos las muñecas son para las niñas y las pistolas para los niños.
En Francia, una de cada dos mujeres declara haber sido víctima del machismo en su lugar de trabajo. Estos comportamientos pueden parecer secundarios: así, le pediremos “de manera natural” a una mujer que prepare tinto, se le harán comentarios sobre su vestimenta o su maquillaje, se le hablará como a un niño o como a una relación cercana.
Diversos estudios han demostrado que frente a esta situación, la mayoría de las mujeres adoptan estrategias de elusión: cambiarán su vestimenta, aceptarán comentarios machistas inapropiados y se mantendrán calladas durante las reuniones. La mayoría considera que quejarse no serviría de nada e incluso agravaría la situación.
Esta actitud de aceptación y de renuncia en hacer valer sus derechos conduce a trastornos psicológicos que pueden ser graves: miedo, irritabilidad, depresión o agotamiento. Y, en todo caso, privan a las empresas que toleran este tipo de comportamiento de aprovechar plenamente el desempeño de las mujeres que por esto mismo limitan sus esfuerzos constantemente.
Por lo tanto, desde el punto de vista moral, ético y económico, el sexismo destruye.
Destruye a la mujer en su ser.
Destruye al ser humano, en la sociedad en general y en la empresa en especial.
Destruye el desempeño, el desempeño individual de las mujeres y el desempeño colectivo de la empresa.
Debemos apelar a una movilización general para prohibir a las empresas (y, por consiguiente, a cualquier persona) todo comportamiento sexista. La mujer es igual al hombre, como profesional y como persona humana. ¡El sexismo mata, no lo toleremos más!
NO
(“NAH” - Rosa Parks - 1956)
Carlos Raúl Yepes
Empresario y autor
Cuando uno escribe quiere dejar un mensaje y que bueno poder hacerlo desde el título que se escoge. Podía haber utilizado una frase o una cita, pero me decidí por un adverbio que no por sencillo, dice más que cualquier discurso: “NO”.
Quien iba a pensar que Rosa Louise McCauley, más conocida como Rosa Parks, mujer, humilde, negra, modista, nacida en Alabama (USA) en 1913 y fallecida en Michigan (USA) en 2005, le enseñaría tanto a la humanidad con lo que significa un simple pero potente NO. Un No como respuesta en la “comisión de un delito”: se sentó en un bus en el asiento reservado y exclusivo para blancos.
Ni el NO que pronunciaron sus labios en el pasado, ni el NO que hoy expresa cualquier persona, independiente de su raza, sexo, religión, puede pasar desapercibido, ser vulnerado o ignorado y menos cuando se trata de una afrenta contra la dignidad humana, esa dignidad inviolable, que constantemente es vilipendiada y mancillada. Olvidamos con frecuencia que muchas veces lo que menos hacemos los seres humanos es ser humanos. Nuestra naturaleza excluyente, nos ha llevado a reservar los privilegios y las cosas importantes sólo para algunos.
Rosa Parks, no cedió el puesto de un bus y tampoco cedió a sus convicciones, a sus principios, a sus valores y a su dignidad. Este es el valor de su enseñanza, este es el camino de humanidad que nos mostró y nos demostró. Bien lo decía ella en una entrevista, con absoluta claridad y entereza: “no tengas miedo cuando sientas que haces lo correcto”.
Esta valiente mujer, en un acto aparentemente inocuo, transformó, revolucionó e inspiró una forma de pensar, de ser y de actuar, en una palabra, de ser coherente en un mundo cada vez más incoherente. Hoy, seguimos padeciendo y sufriendo una sociedad partida y dividida entre “negros y blancos” pero no por el color de la piel, sino por el odio y el desprecio hacia los demás. Dejamos de ser seres colectivos para volvernos seres individuales, mucho yo y poco nosotros, dejamos de pensar en el interés general para pensar solo en el particular, se nos ha olvidado vivir y convivir, ya poco o nada respetamos, ni las cosas, ni la vida, ni la honra. Hablamos de valores con pena, nos avergüenza hablar de la familia. Le creemos a las redes sociales, a los que se adulan y autodenominan influenciadores, a los que mienten. Lo injusto nos es indiferente. La corrupción nos avasalla porque como dice Enrique Sánchez Discépolo: “Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor...cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón”.
Hoy los niños, como Rosa Parks, son segregados y menospreciados, son víctimas de la sociedad, de un entorno que los amenaza y no los protege, la violencia intrafamiliar está al acecho, como al acecho están el narcotráfico, la prostitución, la pornografía y el abuso infantil.
Las mujeres siguen siendo física y moralmente arrasadas, tratadas como objeto del deseo y como propiedad privada. Ahí están, frágiles e invisibles, víctimas del odio, la violencia, la ignorancia, el abuso, el desprecio y la discriminación.
Todos estos comportamientos de nuestro diario vivir, que nos afectan como personas, que nos hacen vulnerables, que nos debilitan como comunidad, que son el resultado de una sociedad enferma y en decadencia, nos deben movilizar a un vehemente y decidido rechazo, diciendo, como Rosa Parks: No. Porque No es NO. Así de sencillo.
Gracias Rosa Parks por enseñarnos que SI se puede decir NO.
IGUALDAD DE GÉNERO
Rudolf Hommes
Economista
El 1 de diciembre del año pasado se cumplieron 60 años desde que la mujer colombiana pudo votar por primera vez en el plebiscito de 1957. Más de un millón novecientas votaron ese día. Curiosamente, el voto de la mujer no fue una iniciativa del partido liberal, que temía que la iglesia católica tendría una influencia sobre las mujeres que pondría al partido en desventaja.
En el proyecto de reforma constitucional que impulsó Laureano Gómez en la Asamblea Nacional Constituyente (ANAC) se aprobó el voto femenino. Esa reforma no sobrevivió el golpe de Estado de Rojas Pinilla en 1953, pero la ANAC siguió funcionando y continuaron las discusiones sobre el voto femenino. Rojas nombró a Josefina Valencia de Hubach para que liderara el debate a favor de otorgarles a las mujeres el derecho al voto y a desempeñar cargos públicos, y le dio instrucciones a la Asamblea de que tomara esa decisión. Finalmente lo hizo con el Acto legislativo No. 3 del 25 de agosto de 1954.
Si el general Rojas no se hubiera obstinado en presionar ese resultado, quién sabe cuánto tiempo hubiera transcurrido antes de que los partidos y sus representantes hubieran hecho finalmente lo correcto. No solamente se oponían los liberales. Unos conservadores se pronunciaron a favor, otros querían posponer la aprobación, y los más ortodoxos se oponían a la participación de mujeres en política (María Eugenia Rojas, “Episodios sobre la aprobación del voto femenino en Colombia”, Semana, 29 de septiembre de 2004).
Sorprende que personas supuestamente educadas e inteligentes se opusieran a esta decisión en 1954. Seguramente, dentro de 60 años, alguien se sorprenderá también de que en el segundo decenio del siglo XXI las mujeres toleren la notoria desigualdad entre géneros. La relación entre la participación de las mujeres y la de los hombres en la fuerza laboral es solamente 70 por ciento (era 38 por ciento en 1990). Y la relación entre el ingreso per cápita de las mujeres y el de los hombres es 66 por ciento aproximadamente.
La igualdad de género se manifiesta en acceso a educación y a empleo, en niveles de remuneración, participación en posiciones directivas y en política, apoyo institucional en la primera infancia y en cuidado infantil, e igualdad de deberes domésticos entre hombres y mujeres, entre otros. El nivel de escolaridad y el acceso de hombres y mujeres a la educación es más o menos igual. Persisten grandes diferencias entre mujeres y hombres en acceso al trabajo, remuneración y participación en posiciones directivas o políticas. Son precarios el apoyo institucional y el de los hombres en las labores domésticas.
Hagamos que 2018 sea el año en que Colombia adquiera el compromiso de cerrar las brechas de género votando por los candidatos que ofrecen trabajar por la igualdad de género.
MARÍA
Francisco de Roux
Sacerdote jesuita
No hay en la historia una mujer que haya movido tantas multitudes. Allí están los millones de peregrinos que llegan cada año a Lourdes y Fátima, Czestochowa y Aparecida, Guadalupe y Chiquinquirá...En todos los países del mundo hay un santuario en su nombre.
Ninguna por atractiva o protagónica ha tenido tantas expresiones en el arte durante dos milenios. Templos, monumentos, estatuas, pinturas, poesías, películas, cantatas, pasos de procesión, canciones populares, novelas y leyendas.
Con excepción de la Pietá de Miguel Ángel y de los rostros de la Dolorosa, la inmensa mayoría de las imágenes la representan como una reina sublime, más un ángel que un ser humano. Vestida de trajes impecables y lujosos, coronada en oro, con el rostro seráfico cubierto por un manto fino que deja sueltas las manos delicadas y limpias. No es de extrañar que al verla así, tan artificialmente engalanada, haya sido dejada de lado por el movimiento secular de liberación femenina.
Pero María tiene este lugar impresionante en la historia porque fue un ser humano que vivió hasta las últimas consecuencias, a todo riesgo, su plenitud de mujer. No solamente estuvo siempre atenta al Misterio revelado en su profundidad femenina, sino que con coherencia infatigable puso en práctica lo que sentía en su corazón que tenía que hacer para responder a esa llamada interna.
Para comprenderla, hay que verla en la alusión discreta - porque es una historia contada por hombres - de los Hechos de los Apóstoles en 1,14. Cuando Jesús el crucificado vive resucitado en la audacia fraterna de un puñado de seguidores. Ella está allí como mujer. Recogiéndolos, acompañándolos, y afirmándolos en la oración y la fe. Conteniendo la unidad entre las disputas sobre inmensas incertidumbres.
Es un momento durísimo del grupo amenazado y perplejo, que se sabe como novedad, pero todavía no se separa de la sinagoga. Perseguidos. Adeptos de un hombre condenado por blasfemo por el Sanedrín, llevado al patíbulo por los romanos, a quien el pueblo pidió que crucificaran. Ya mataron a uno de ellos, Esteban. Lo apedrearon en las calles de Jerusalén. María es la testigo fundante de este inicio difícil y penoso. Es la compañera que ve morir uno tras otro a los principales seguidores de Jesús, condenados a muerte, mártires. Persevera junto a ellos hasta el final, sosteniendo la esperanza.
Por eso, a esta mujer frágil, que pasó por la humillación y se dejó llevar por Dios, la llamarán mujer en plenitud; y el pueblo cristiano la querrá con pasión a lo largo de la historia. Es la partera de la nueva comunidad en medio de la persecución, las calumnias, el terror. Es la Madre de la Iglesia.
Como siempre ocurre, María llega hasta este grado de heroísmo, entrega y determinación porque aprendió desde joven a dejarse llevar por el Misterio que la constituía como mujer, sin poner condiciones. He aquí la esclava del Señor, dijo muy joven. Convencida de que lo que ella no podía, Dios lo haría en ella si era coherente con la inspiración que encontraba en la escucha de sus silencios.
La vemos enfrentar la pobreza y el desplazamiento en el nacimiento de Jesús. Llena de preguntas pero firme al lado de su hijo que es signo de contradicción, porque se pone del lado de los pobres, invita a amar a los enemigos, ofrece el perdón a los pecadores, se opone a las injusticias, ofrece una paz que no conoce ideologías ni concesiones al poder ni al dinero. Con Magdalena y otras mujeres, María recorre los senderos de Palestina y Judea rumiando en sus corazones de amigas lo que van caminando con Jesús.
Con ellas llega hasta el Calvario. Cuando todos los hombres, excepto Juan, salieron corriendo. Así la describió el poeta del siglo XIII. Estabat Mater dolorosa, iusta crucem, lacrimosa, dunc pendebat filius. Allí estaba la Madre, de pie, adolorida, junto al hijo crucificado. Por eso María, la madre de Jesús, no podía faltar en una edición de El Colombiano dedicada a la grandeza de la mujer.