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Sueños para un mejor país

06 de febrero de 2018
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Dedicar su tiempo a un único propósito: lograr que el trabajo social se mantenga vivo y dé frutos. Ese es el objetivo de tres mujeres alegres y firmes que han conseguido liderar comunidades, sacarlas adelante y dar ejemplo. Esta es su realidad.

Sueños para un mejor país

LINA TAMAYO, SOÑAR DESPIERTO

Si alguien quiere saber cómo suceden los milagros, la respuesta la tiene Lina Tamayo, una de las pioneras en Colombia de la Fundación Soñar Despierto, institución que conecta a jóvenes voluntarios pudientes para buscar la manera de hacer realidad los sueños de niños de bajos recursos y más vulnerables de la ciudad.

Ha transformado, sembrado valores y realizado los sueños de más de 700.000 niños. Lina ha dedicado su existencia a la construcción de futuro para estos menores de edad de las zonas más deprimidas de la comunidad.

“La llegada de Soñar Despierto y sus voluntarios al colegio Arenys del Mar (Blanquizal) les cambió la vida a cientos de niños. Era 1999 y el barrio era una cantera de desplazados, violencias, milicias, fronteras invisibles y necesidades. Sin embargo, esos muchachos, guiados por Lina, le pusieron alma a la esperanza de una generación en alto grado de riesgo. Algunos de ellos hoy están en la U por grandes méritos académicos”, comenta la profesora Belisa Vanegas Torres.

Con juegos y otras metodologías propias, Soñar Despierto da cátedra sobre valores, respeto por el otro, unidad familiar y construcción de vidas dignas.

“Lina es una filántropa, sanadora de alma, juiciosa y con una capacidad enorme de convertir en realidad cualquier sueño y proyecto infantil”, así la describe la periodista Paula Jaramillo.

Soñar Despierto es el eje de otros proyectos como Amigos para Siempre, Cartas al Niño Dios, Contagia Alegría, Cuéntame tu sueño, Vagones de Sonrisas y Vico Valores.

Antes de llegar a Soñar Despierto y de la tutoría de Lina, muchos de los jóvenes voluntarios gravitaban en burbujas sociales, ajenos a toda realidad, convencidos de que el mundo no iba más allá de los juegos, la rumba, pedir y recibir. “Las transformaciones han sido sorprendentes. Es casi normal encontrarse voluntarios liderando proyectos empresariales, culturales, políticos y sociales”, comenta Catalina Benavides, ingeniera industrial, quien se formó en Soñar Despierto.

Algunos de los sueños de los niños en las comunas desconciertan. No es más que la forma en que la vida les teje su futuro, por ejemplo, “en un taller le pregunté a un niño cuál era su sueño. Me mostró un trapito rojo. Soñaba con ser cuidador de carros en el Centro”, comenta Lina.

Juan Esteban Castañeda conoció a Lina cuando él tenía siete años, en el colegio la Mano Amiga, de Bello, una de las zonas más deprimidas del municipio. “Ese encuentro cambió mi vida, hoy soy ingeniero financiero, vivo en Illinois, EE. UU. y estudio una licenciatura en español. En mi adolescencia me vinculé con Lina, ya no como benefactor, sino como instructor. Quería ayudarles a niños vulnerables”.

Sergio Andrés Orozco, actual secretario de Medio Ambiente de Medellín, trabajó en el grupo por diez años y su apuesta como adolescente fue por lo social. “Es impactante lo que se logra cuando uno se vincula como voluntario”.

“En Soñar Despierto no existe el no. Aquello que vivan los niños lo repetirán el resto de sus vidas, si no hay una intervención real en sus entornos ese será su futuro, dice Lina.

Sueños para un mejor país

JOHANA BAHAMÓN, ACCIÓN INTERNA

Uno de los retos de vida de la actriz Johana Bahamón era hacer trabajo social en las cárceles. En 2012 conoció La Modelo, de Bogotá. No se equivocó en ninguna de sus visiones sobre la realidad de los penales, condenas profundas y lugares hacinados.

Le preguntó a la primera mujer que vio el porqué de su prisión. “Maté a mi marido. Lo sorprendí violando a mi niño de tres años...”, le dijo la presa. “¿Cómo hubiese reaccionado yo frente a una situación como esta?”, se preguntó.

Al abandonar La Modelo, Johana era otra. Sabía que tenía qué hacer algo. No importa que error se cometió y en qué circunstancias. El plan supremo de los penales es la resocialización y los reos merecen una nueva oportunidad.

Johana tomó una decisión muy valiente. “En la cumbre de su vida profesional rompe toda comodidad e inicia un trabajo por la reivindicación de los presos como seres humanos”, comenta la sicóloga Luisa Blanco, quien la acompaña en ese proceso.

Crea la Fundación Teatro Interno y, desde ahí, bajó el ancla para dar forma a un proyecto que hoy se conoce como Acción Interna, el cual beneficia a 30.000 reclusas y reclusos en 27 cárceles del país y, con ellos, a miles de niños, esposas, madres y padres que terminan atados a la misma cadena presidiaria.

“Me encontré a Johana en La Modelo. Yo pagaba una pena de 7 años. Me enseñó técnicas de teatro y, con otras niñas presas, realizamos una obra que reflejaba nuestra situación. Nos presentamos en un escenario externo como personas privadas de la libertad. Al final de la obra, impactada por los aplausos, entre sollozos, comprendí que la vida, a través de ella, me estaba dando una segunda oportunidad”, dice Sindy Barreto.

Ese solo fue el comienzo. La capacidad de convencimiento de Johana y la fuerza arrolladora de su obra asombran. Ha logrado unir a entidades públicas, privadas y a numerosas personas y profesionales.

Así miles de reclusos y reclusas participan en distintas actividades de crecimiento interno, laborales y de apoyo a la superación de adicciones. “Su idea es convertir las prisiones en centros de producción y formación, más que en centros de reclusión”, comenta Natalia Valencia, otra de las creativas dentro de la Fundación.

En Cartagena, creó el primer restaurante carcelario en América Latina, abierto al público y manejado por internas altamente capacitadas, gracias al apoyo social de algunos de los mejores chef de la gastronomía nacional e internacional. Teatro Interno en 2018 llega a su tercer festival nacional y la cárcel ganadora participará en el Festival Iberoamericano de Bogotá.

Sus sueños y trabajo de hormiga apenas parecen comenzar. Sus proyectos se multiplican en una y otra prisión. No solo allí, en Bogotá, en la Casa de la Libertad, recibe a los pospenados para brindarles oportunidades laborales, becas de estudio y atención sicosocial. El reconocimiento a su obra es mundial. “Cuando mi mona hermosa (Johana) entra a una cárcel, lo hace para abrir puertas mentales y presidiarias”, sentencia Jasbleidy Torres, interna que halló en la Fundación, una lámpara que disolvió toda la oscuridad en que transcurría su vida.

Sueños para un mejor país

MODESTA MUÑOZ, COLECTIVO LOS MONTES DE MARÍA

El nombre de Modesta Muñoz García se asocia al nombre de la paz en Los Montes de María, subregión de Sucre y Bolívar que vivió uno de los más nefastos capítulos del conflicto armado entre 1997 y 2003, cuando el paramilitarismo arremetió para acabar con toda influencia guerrillera en la zona.

Nadie en sus 15 municipios y 137 corregimientos y veredas pudo sentirse a salvo. Todos estaban en la mira de los actores armados. Así se ejecutaron muchos asesinatos, la mayoría brutales contra civiles indefensos, hecho que generó un éxodo humanitario sin precedentes en la historia de la región y el país, como lo prueban distintos informes oficiales y no oficiales. Ni hablar de la infinita lista de violaciones, desaparecidos y otras atrocidades.

En el momento más oscuro del conflicto, cuando todo parecía perdido, la sociedad civil, inspirada por el sacerdote Rafael Castillo, a través del Programa Desarrollo y Paz, de la Iglesia Católica, con apoyo de algunas fundaciones privadas; Modesta, líder del Equipo de Comunicaciones de los Montes de María, y otros valientes, se inició un trabajo, a riesgo de sus propias vidas, por la defensa de la dignidad y la esperanza.

“Ella fue demasiado valiente y mi comunidad de El Salado así se lo reconoce. Mi pueblo fue uno de los peores laboratorios de muerte, destierros y torturas en esa guerra”, dice Luis Torres, primer líder campesino que retornó a ese caserío de Carmen de Bolívar, en plena guerra, al frente de un grupo de 100 personas, 91 hombres y 9 mujeres. “Volvimos a lo nuestro dispuestos a morir, pero esta vez no estábamos solos, Modesta y muchas otras voces de peso nos acompañaron”, afirma.

Modesta se formó en su natal El Carmen de Bolívar, como una líder cultural, convencida del valor de cada persona y a la que todos admiraban y respetaban. La autoridad que despertaba era tal que ninguno de los actores de la guerra llegó siquiera a intimidarla. Para enfrentar la violencia construyó un nuevo discurso que rompió barreras mentales. No se hablaba de derechos humanos, un anatema para los paras; se hablaba de desarrollo social. Toda palabra frase o expresión tuvo un nuevo sentido, el de la dignidad y de la justicia, dice Julio Paredes, líder estudiantil, quien participó, al lado de Modesta, en ese proyecto.

Tatiana Duplat, Soraya Bayuelo, Carmen Cárdenas y muchos otros líderes sociales con los que habló EL COLOMBIANO y que han acompañado a Modesta, dan cuenta de su grandeza. Es una mujer que sabe hacer las cosas “A mi manera”, “y cuando quiero parar siento que Dios no me deja”, como dicen dos de las canciones que la reconfortan en sus días de inspiración por el trabajo social y sus noches de bohemia. “De ‘Mode’ da gusto hablar”, dice Pablita Torres, quien ha compartido muchos de sus sueños de libertad, no solo en tiempos del conflicto, también cuando siente que se le vulneran los derechos a cualquier persona o colectivo.

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