En las telenovelas clásicas la niña pobre, abandonada o maltratada por su familia encuentra el amor de su vida en un hombre apuesto, multimillonario y heredero de una importante fortuna familiar. Aunque todos se oponen a esa relación, al final, como en los cuentos de hadas, se impone el amor.
Este tipo de historias dominaron las telenovelas de las décadas de los 70 y 80, en especial en México y Venezuela.
“Su estética es mucho más llamativa, más elaborada y cuidada, en especial en los vestuarios y locaciones que evocan el suspenso y el misterio con filtros y colores oscuros, en mansiones y casas antiguas, con personajes muy ensimismados”, cuenta Carlos Ochoa, coleccionista de telenovelas.
Otra característica que resalta es que los diálogos son muy precisos, “por momentos y para algunos actores pueden resultar sobreactuados, pero son claves para marcar los ritmos y para diferenciar a los antagonistas de los protagonistas”.
Cercanía
El libretista Miguel Baquero añade que otra de las virtudes de estas historias es que son una invitación para acompañar a los protagonistas “a descubrir lo que se esconde detrás de la fachada de familias perfectas. Nos convierte en voyeristas y cómplices”.
En ese sentido, Ochoa dice que en estas telenovelas en muchos casos se genera más simpatía por los villanos gracias a su estética, que es más llamativa.
Las historias tienden a ser muy lineales y capítulo a capítulo van “desnudando” a los personajes, revelando sus secretos. “Son historias marcadas por elementos dramáticos muy sorpresivos desde lo oculto y lo prohibido”, recuerda Ochoa.
En las telenovelas clásicas la niña pobre, abandonada o maltratada por su familia encuentra el amor de su vida en un hombre apuesto, multimillonario y heredero de una importante fortuna familiar. Aunque todos se oponen a esa relación, al final, como en los cuentos de hadas, se impone el amor.
Este tipo de historias dominaron las telenovelas de las décadas de los 70 y 80, en especial en México y Venezuela.
“Su estética es mucho más llamativa, más elaborada y cuidada, en especial en los vestuarios y locaciones que evocan el suspenso y el misterio con filtros y colores oscuros, en mansiones y casas antiguas, con personajes muy ensimismados”, cuenta Carlos Ochoa, coleccionista de telenovelas.
Otra característica que resalta es que los diálogos son muy precisos, “por momentos y para algunos actores pueden resultar sobreactuados, pero son claves para marcar los ritmos y para diferenciar a los antagonistas de los protagonistas”.
Cercanía
El libretista Miguel Baquero añade que otra de las virtudes de estas historias es que son una invitación para acompañar a los protagonistas “a descubrir lo que se esconde detrás de la fachada de familias perfectas. Nos convierte en voyeristas y cómplices”.
En ese sentido, Ochoa dice que en estas telenovelas en muchos casos se genera más simpatía por los villanos gracias a su estética, que es más llamativa.
Las historias tienden a ser muy lineales y capítulo a capítulo van “desnudando” a los personajes, revelando sus secretos. “Son historias marcadas por elementos dramáticos muy sorpresivos desde lo oculto y lo prohibido”, recuerda Ochoa.
Por épocas
El gran referente de este tipo de dramatizados en Colombia es el libretista Julio Jiménez, responsable de éxitos y clásicos de la TV nacional como La Abuela (1979), Los Cuervos (1984), Lola Calamidades (1987), Por qué mataron a Betty si era tan buena muchacha (1989), Las Aguas Mansas (1994) y Paquita Gallego (1998), entre otros títulos que son el claro ejemplo de la telenovela clásica, llena de suspenso, amores imposibles, en los que los protagonistas son muy inocentes, casi víctimas, mientras los antagonistas brillan por su maldad.
En los últimos 45 años Jiménez ha escrito 19 guiones para telenovelas, a la vez que ha reescrito ocho más de sus libretos para nuevas adaptaciones.
El libretista César Augusto Betancur, más conocido como Pucheros, dice que a diferencia de la mayoría de dramatizados, a los personajes de Jiménez no los mueve el amor sino el odio y la venganza. Cita el caso de los hermanos Reyes, en Pasión de Gavilanes, que llegan a la hacienda a vengar la muerte de su hermana, pero se enamoran de las Elizondo.
Jiménez siguió el legado que había trazado Bernardo Romero Pereiro, director de Sangre de lobos (1991) y Señora Isabel (1993),
“Los coleccionistas y fanáticos de telenovelas las extrañamos, porque ahora muchos directores y actores se avergüenzan de hacer telenovelas, porque creen que son de otra generación, de un tiempo pasado, por eso prefieren series y películas”, añade Ochoa.
Otras historias
Esa identidad, la de los amores imposibles, del drama como protagonista, se perdió con el boom de las telenovelas regionales con apuestas como Azúcar (1989), Caballo viejo (1988), La casa de los dos palmas (1990) y Café (1994).
Estas producciones le apostaron a hacer visibles las costumbres, tradiciones, acentos y música de los distintos departamentos. Se hicieron telenovelas sobre los Llanos Orientales, La Guajira, Santanderes, el Valle, Antioquia y la Costa.
Posteriormente aparecieron las producciones en las que el humor y la cotidianidad predominan, ahí aparecen Yo soy Betty, la fea (1999), Pedro el escamoso (2003), Los Reyes (2006), Hasta que la plata nos separe (2006) 0 Nuevo rico, nuevo pobre (2010).
Este tipo de producciones tuvieron gran impacto internacional y rompieron con el esquema de los llamados culebrones, con tramas más cotidianas, más urbanas.
La tendencia más reciente tiene que ver con las bionovelas, que aunque datan de 1991 cuando Carlos Vives interpretó al maestro Rafael Escalona, en la última década han dominado la oferta en la televisión colombiana.
Para explicar el posicionamiento de este tipo de dramatizados, el libretista César Augusto Betancur, responsable de éxitos con La Selección o Las Hermanitas Calle, dice que la mayoría de bionovelas se hacen sobre cantantes porque la música y las canciones son un enganche adicional a la historia. “Con música todo entra y llega más fácil”.
¿El regreso?
Dramatizados con las temáticas de la novela clásica ya poco se ven en la tele nacional, el último estreno fue El Fantasma Gran Hotel en 2010, escrita por Ana María Londoño, Andrés Salgado y Rafael Noguera, que fue protagonizada por Ana Lucía Domínguez, Michel Brown y Andrea López.
Ahora RCN quiere retomar ese camino con La Nieta elegida, de Julio Jiménez, nombre que recobró vigencia tras el éxito que tuvo en 2020, en plena cuarentena por la covid-19, Pasión de Gavilanes.
Esta apuesta por los dramas clásicos está sustentado en el buen rating que tuvo la repetición entre 2020 y 2021 de Pasión de Gavilanes, por encima de los 13 puntos (cada punto son 280.000 televidentes), uno de los proyectos más exitosos en la carrera de Jiménez, tanto así que en México se comenzó a trabajar en la segunda parte de este dramatizado.
Los dramas y las historias sobrenaturales, con seres que regresan a cobrar venganza, con cazafortunas, suegras despiadadas, huérfanos que reclaman herencias y niños cambiados al nacer quieren cobrar vigencia.
Por épocas
El gran referente de este tipo de dramatizados en Colombia es el libretista Julio Jiménez, responsable de éxitos y clásicos de la TV nacional como La Abuela (1979), Los Cuervos (1984), Lola Calamidades (1987), Por qué mataron a Betty si era tan buena muchacha (1989), Las Aguas Mansas (1994) y Paquita Gallego (1998), entre otros títulos que son el claro ejemplo de la telenovela clásica, llena de suspenso, amores imposibles, en los que los protagonistas son muy inocentes, casi víctimas, mientras los antagonistas brillan por su maldad.
En los últimos 45 años Jiménez ha escrito 19 guiones para telenovelas, a la vez que ha reescrito ocho más de sus libretos para nuevas adaptaciones.
El libretista César Augusto Betancur, más conocido como Pucheros, dice que a diferencia de la mayoría de dramatizados, a los personajes de Jiménez no los mueve el amor sino el odio y la venganza. Cita el caso de los hermanos Reyes, en Pasión de Gavilanes, que llegan a la hacienda a vengar la muerte de su hermana, pero se enamoran de las Elizondo.
Jiménez siguió el legado que había trazado Bernardo Romero Pereiro, director de Sangre de lobos (1991) y Señora Isabel (1993),
“Los coleccionistas y fanáticos de telenovelas las extrañamos, porque ahora muchos directores y actores se avergüenzan de hacer telenovelas, porque creen que son de otra generación, de un tiempo pasado, por eso prefieren series y películas”, añade Ochoa.
Otras historias
Esa identidad, la de los amores imposibles, del drama como protagonista, se perdió con el boom de las telenovelas regionales con apuestas como Azúcar (1989), Caballo viejo (1988), La casa de los dos palmas (1990) y Café (1994).
Estas producciones le apostaron a hacer visibles las costumbres, tradiciones, acentos y música de los distintos departamentos. Se hicieron telenovelas sobre los Llanos Orientales, La Guajira, Santanderes, el Valle, Antioquia y la Costa.
Posteriormente aparecieron las producciones en las que el humor y la cotidianidad predominan, ahí aparecen Yo soy Betty, la fea (1999), Pedro el escamoso (2003), Los Reyes (2006), Hasta que la plata nos separe (2006) 0 Nuevo rico, nuevo pobre (2010).
Este tipo de producciones tuvieron gran impacto internacional y rompieron con el esquema de los llamados culebrones, con tramas más cotidianas, más urbanas.
La tendencia más reciente tiene que ver con las bionovelas, que aunque datan de 1991 cuando Carlos Vives interpretó al maestro Rafael Escalona, en la última década han dominado la oferta en la televisión colombiana.
Para explicar el posicionamiento de este tipo de dramatizados, el libretista César Augusto Betancur, responsable de éxitos con La Selección o Las Hermanitas Calle, dice que la mayoría de bionovelas se hacen sobre cantantes porque la música y las canciones son un enganche adicional a la historia. “Con música todo entra y llega más fácil”.
¿El regreso?
Dramatizados con las temáticas de la novela clásica ya poco se ven en la tele nacional, el último estreno fue El Fantasma Gran Hotel en 2010, escrita por Ana María Londoño, Andrés Salgado y Rafael Noguera, que fue protagonizada por Ana Lucía Domínguez, Michel Brown y Andrea López.
Ahora RCN quiere retomar ese camino con La Nieta elegida, de Julio Jiménez, nombre que recobró vigencia tras el éxito que tuvo en 2020, en plena cuarentena por la covid-19, Pasión de Gavilanes.
Esta apuesta por los dramas clásicos está sustentado en el buen rating que tuvo la repetición entre 2020 y 2021 de Pasión de Gavilanes, por encima de los 13 puntos (cada punto son 280.000 televidentes), uno de los proyectos más exitosos en la carrera de Jiménez, tanto así que en México se comenzó a trabajar en la segunda parte de este dramatizado.
Los dramas y las historias sobrenaturales, con seres que regresan a cobrar venganza, con cazafortunas, suegras despiadadas, huérfanos que reclaman herencias y niños cambiados al nacer quieren cobrar vigencia.