Hablaba con el padre Nicanor de excesos y medianías. Fue a raíz de que él me tildó de mediocre y yo, ni corto ni perezoso, me atreví a revirar con una alusión a la “aurea mediocritas”.
-Tú, sobrino impertinente, te sacas latinajos de la manga para tentarme. Pero tu mediocridad y la de muchos de tu generación no son precisamente la virtud de la moderación, del término medio, del equilibrio entre dos extremos a la que hace alusión Horacio con su “dorada mediocridad”.
-De todas manera, tío, calificar a alguien de mediocre no deja de ser un insulto, más que un regaño.
-Para tu consuelo, muchacho, entre los latinos la palabra mediocridad tenía un sentido positivo, insinuando moderación, término medio, equidistancia entre dos extremos. De allí la “dorada...