La maquinaria propagandística de la revolución bolivariana está aceitada y lista para actuar. Exagerando logros propios y disminuyendo triunfos ajenos, la corte chavista se apresta a celebrar dos décadas del fallido golpe de Estado que, el 4 de febrero de 1992, Hugo Chávez y otros tres tenientes coroneles pretendieron asestarle al entonces presidente venezolano Carlos Andrés Pérez.
A pesar del fracaso y los dos años que Chávez tuvo que pasar en la cárcel (antes de que el presidente Rafael Caldera decidiera indultarlo) el recuerdo de esa derrota fue transformada con los años en motivo de festejo.
El ahora presidente bolivariano la considera un punto clave en la historia moderna del país vecino y habla de ella como el génesis de la transformación al socialismo de Venezuela impulsado además por su subida al poder en 1999.
Convenientemente su aniversario cae en un momento de debilidad. Lo tendrá como pretexto para iniciar su regreso a la política de las descalificaciones y los insultos de la que estuvo ajeno varios meses aquejado por el cáncer del que hoy se asegura curado.
La semana pasada Chávez retornó con bríos y habló durante casi nueve horas frente al Parlamento para mostrar los que considera avances de sus políticas y descalificar a la oposición. Su discurso lo cerró con una advertencia que sonó amenazante: "aquí estoy. He regresado".
Sin embargo, el aniversario de su rebelión será el gran regreso que dará el banderazo para el retorno del Chávez que conocemos.
El cáncer minó su retórica y lo obligó a retirarse en momentos clave para la carrera presidencial del próximo 7 de octubre en la que la oposición va ganando cada vez más espacio.
Lo cierto es que, a pesar de su ausencia en el debate, todo el aparato socialista y del Estado no se han quedado quietos.
En una cómoda y propagandística "entrevista" concedida a su exvicepresidente José Vicente Rangel, Chávez aseguró que tiene todas las fuerzas para retornar a la discusión pública y afirmó que no existe en la oposición un gallo que le dé la pelea.
Aunque prometió respetar la decisión del pueblo una vez acuda a las urnas, lo claro es que el socialismo del siglo XXI está dispuesto a defender con las armas una pérdida de las elecciones.
Armas en 1992 y armas en el 2012. Es mucho lo que ha cambiado en dos décadas de Chávez, pero son también muchas las cosas que permanecen iguales. Quizá la más contundente de las similitudes en su comportamiento es el desprecio por la democracia.
Si existían temores de un rebelde con armas en 1992, la realidad ha sido aún peor. Durante dos décadas de presencia pública el endurecimiento de su discurso ha sido radical y apoyado por miles de millones de dólares de bonanza petrolera, el poder se convirtió en su droga. El voto de confianza democrático se transformó en dictadura.
Estamos solo a días para escuchar gritos y vivas por una revolución anacrónica que pasa por su momento más débil.
Para los chavistas será el momento de celebrar embriagados en el poder pero para el resto de Venezuela, por el contrario, es el momento de pensar que es posible un cambio y se debe defender la democracia.
Justo en un año electoral las oportunidades están servidas para darle un giro positivo a una nación que se dejó captar por un golpista. Un hombre que utilizó la violencia para intentar tomarse el poder y ahora, 20 años después, amenaza con utilizar la violencia para aferrarse a él.
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