Fue después de realizar un retiro en un monasterio budista, que a Nicholas Nauman se le ocurrió abrir un restaurante donde la gente pudiera vivir la experiencia de comer. Y aunque este es el fin de cualquier restaurante, en el caso de Eat, el de Nauman, es para comer callado.
Se trata de una propuesta dominical que, como la explica el propio Nicholas Nauman a la agencia Efe, "ha sido muy sorprendente que la gente respondiera de la manera que lo ha hecho, se hizo muy popular".
El local de este restaurante, con nombre directo Eat (Come) y ubicado en Greenpoint, el barrio polaco de Nueva York, es pequeño y estrecho. Para estas cenas de los domingos, casi una misa gastronómica, se aceptan hasta treinta comensales mudos.
No hay música, la luz es muy tenue y la comida -una carta de tres platos y un postre-, es muy sana en respuesta a una filosofía personal: "Tiene que ver con la relación de nosotros mismos con lo otro. Metemos algo externo en el interior de nuestro cuerpo. Eso es siempre un compromiso profundo. Sí pensamos en ese intercambio en términos de sexo, psicología o lenguaje. Pensamos en ese intercambio, pero nunca en una actividad tan mundana como la comida", aseguró el chef a Efe.
Por eso apuesta por productos ecológicos, de granjas cercanas a Brooklyn. "Si no sabemos de dónde viene la comida, cómo se produce, cómo le ha afectado lo que tenía su tierra a sus cualidades nutritivas, cuando llega a nosotros estamos teniendo una relación alienante con ella".
Sus platos han sido de muy buen recibo, como lo constata uno de los comensales: "Mis expectativas culinarias han sido totalmente satisfechas. La comida era increíble", decía un ciudadano inglés, después de estar con los ojos cerrados en modo de meditación la mayor parte de la cena. "El silencio me permitió volver a vivir experiencias de retiros espirituales que había hecho", aseguró.
Mientras, su compañero chipriota disfrutó sobre todo de la tranquilidad. "Es un descanso de esta vida frenética que llevamos. Simplemente relajarse y disfrutar la comida es algo maravilloso", concluyó.
La propuesta, además de novedosa, le suena muy atractiva al chef antioqueño Juan Manuel Barrientos, de Elcielo. "En Nueva York esto es algo que puede perdurar siempre y cuando esté bien hecho. Estar en silencio es precisamente la experiencia que vas a vivir. Así como cuando estás en cine. El autor la diseñó así y hay que respetarla, al igual que tu respetas cuando visitas una muestra en un museo. Me parece muy válida su propuesta".
No todos coinciden con esta tendencia de comer y callar, donde el silencio es tan grande que hasta masticar verduras crujientes deja a las personas en evidencia.
"Honestamente no estoy de acuerdo con esto", señala el chef Jorge Rausch. "Yo, por lo menos, no lo montaría con mi plata. Uno no va a un restaurante solo a comer, sino a disfrutar, a compartir. Hay sitios más tranquilos que otros, con música o sin ella. Sin embargo, respeto la creatividad de cada quien".
"La mesa congrega al diálogo y a la unión. Este es un tema demasiado salido de lo convencional y quizás ahí esté la clave de su éxito, rompe con lo que estamos acostumbrados. Habría que tener la experiencia. Pero hay que ver hasta qué punto esta experiencia es repetible", opinó el chef Sebastián Vélez.
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