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A Osorio

  • José Guillermo Ánjel R. | José Guillermo Ánjel R.
    José Guillermo Ánjel R. | José Guillermo Ánjel R.
29 de julio de 2011
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Querido y cinélogo (que tiene que ver con cine y no con chinos, como en el caso de cinólogo) Oswaldo.

Lo he leído a usted y he recordado a Guillermo Cabrera Infante, a Eric Lax, a Gilles Deleuze y a Horacio Quiroga, que fue el primer crítico de cine mudo en Latinoamérica. Pude recordar a otros, pero como su texto es sobre cine colombiano, Oswaldo, me parecieron los más cercanos a lo suyo, sin querer con esto decir que ha copiado a alguno.

La memoria funciona de esta manera, relacionando y propiciando espacios que a veces son completamente ajenos a lo tratado. Ya se sabe que las palabras convocan y que de esta convocación se nutre lo que nos pasa. Ya lo decía Isaac el ciego, cabalista de Girona: lo que decimos, vemos, leemos y oímos, nos pasa.

Y si la palabra se repite, el hecho se mantiene ahí y, de no ser cuidadosos, nos esclaviza. A veces creo que el cine colombiano se ha esclavizado de un tema y salir de ahí no es fácil: se ha quedado fijo.

El cine, querido Oswaldo (usted es un experto en él), además de un oficio y una arcadia, como lo proponía el cubano Cabrera Infante, también es una construcción de la libertad, igual que la literatura y la filosofía, la vida y la ciencia. Es un asunto de mejorar permanentemente lo hecho para no quedar esclavo de él (Hegel era claro en afirmarlo).

De aquí la referencia a Eric Lax, quien durante años asistió al proceso libertario de Woody Allen, y a Gilles Deleuze, que descubrió en los buenos directores de cine, además de la capacidad de ordenar tramas y escenarios, lo que ellos estaban pensando sobre el papel del hombre en este episodio de vivir, que no son meros hechos sino preguntas, confrontaciones y fronteras que la filosofía debe leer. Porque algo pasa y ese es el ser de nuestros días.

En su libro, Realidad y cine colombiano , Oswaldo, en el que usted no se compromete con nadie y por ello su crítica es valiosa (y libre), y en la que se sitúa en la posición del espectador y el intérprete, sus palabras convocan, llaman, como los antiguos druidas celtas, a que en nuestro cine suceda algo más, a que las realidades no sean una que cubre a las demás sino que las otras realidades (que están ahí y se mueven) también tengan un sitio en la convocación.

El cine, como la lectura desde un atril y en voz alta de los monjes, es una manera de ver la vida, de aprender a hablar. Es un propiciador de estéticas, un ejecutor de atmósferas. El cine, para los que venimos del siglo XX, es un hacedor como el de Borges. Y lo que hagamos de él, lo que convoquemos con él, será parte de nosotros. Así es y pasa.

Oswaldo Osorio, comunicador social y profesor universitario. Y crítico de cine, no para encontrar en él lo evidente sino lo que hay detrás, lo que se esconde, lo que falta y sobra. Como Guillermo de Okham, utiliza la navaja de decirlo todo simple, para que se entienda, para que las palabras sean y no pierdan al lector.

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