Muy importante la reunión del BID en Medellín, de veras muy importante, aunque yo sobre el tema solo sepa que se trata del Banco Interamericano de Desarrollo, gerenciado por un colombiano. No sé más y me he podido pasar sin semejante monstruo de organización internacional, del mismo modo que he podido sobrevivir sin escuchar una sola canción de Los Beattles. Suerte que tiene uno. Pero algo escuché en las noticias sobre una frase de alguien invitado a la asamblea internacional. Y ese algo, esa sola frase me vuelve a poner a paz y salvo con los que piensan a mañana y noche en el dinero, el progreso, las acciones y todo lo demás.
Alguno de los participantes, en un pasaje de las intervenciones dijo unas pocas palabras, muy pocas, pero que tienen que calar muy hondo. Cuando se refería a la actual situación del mundo y a la crisis que a todos nos afecta de alguna manera, dijo serenamente y con una gran convicción: lo primero es la gente, antes que la economía. Seguramente no faltó quien lo calificara de hereje económico, pero a mí me pareció algo de suma trascendencia, especialmente por el escenario en el que se pronunció la frase.
Y es que poner en primer término a la gente, no es más que apelar al mandamiento máximo de nuestra religión: amarás a tu prójimo como a ti mismo. Y no lo amarás como a una de tus más prósperas empresas. Estuvo oportuna y acertada la frase del participante y esperamos que la gente de arriba, la que está sentada en el gran becerro de oro, se dé cuenta de cómo deben ser las cosas en el futuro, pero en el futuro inmediato. Y que piensen, además, que la gente también son ellos y no solamente los que esperan con las bocas hambrientas y vacías.
PAUSA. Ayer me olvidé de recordarte. Ayer me acordé de olvidarte. Para quienes quieren complicar la vida y el amor.
MASCOTAS. Hace un buen rato que estamos en la era de las mascotas, animales que en épocas lejanas fueron dioses y que hoy, para poner como ejemplo a los gatos, los bajaron a la condición de cazadores de ratones. Cayeron del cielo a una alcantarilla. Aunque en los últimos años los sacaron de las alcantarillas y los llevaron a los sillones de las salas y a los cojines de la casa. Porque ya los gatos se han vuelto respetables desde cuando Juan José Botero, el paisa oriental, pidió a Dios que si quería convertirlo en animal, que por favor lo volviera un gato, que él se encargaría de ser feliz.
Y razones de sobra tenía el escritor Botero, el de Lejos del nido, para pedir que no fuera ni tigre, ni conejo ni nada por el estilo, sino que llegara a la condición de gato para saborear las cuasi eternas siestas de los mininos y disfrutar de sus aventuras y escarceos amorosos en los tejados del pueblo. Buena escogencia la de Botero, que no se le apuntó ni a las águilas imperiales ni a la realeza del león. Con un cojín, unos hermosos ojos verdes y algún ratón desprevenido, el novelista soñaba con una vida alejada de ese otro animal llamado hombre, incapaz de llevar un tren de vida sereno, reposado y aureolado por un misterioso ronroneo.
No sé si habrá el día de las mascotas, pero desde aquí doy mi saludo en primer lugar al gato imposible de Juan José Botero, a los perros superados por la inteligencia de los cerdos y hasta las cacatúas que algunas veces acompañaron las mortales aventuras de los piratas. Y felicitaciones a muchas mascotas que han logrado un más alto nivel de vida que muchos de los habitantes de esta hermosa bola loca.
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