Es lamentable que dentro del drama del abuso sexual a menores exista un porcentaje de casos que, aunque pequeño, sea causado por sacerdotes, religiosos y catequistas.
En respuesta a un pedido que hizo Benedicto XVI en mayo de 2011 se realizó la semana pasada en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma el congreso denominado Hacia la curación y la renovación, con el fin de buscar ayudar a las víctimas cuando el delito ya se ha cometido y crear las condiciones para evitar que puedan repetirse estos deplorables hechos. Entre los frutos de este congreso se creó un centro virtual piloto de protección a los niños http://www.elearning-childprotection.com/ que ya comenzó a funcionar y durará tres años para luego ponerlo al servicio de más países.
Tanto para obispos y sacerdotes que saben lo que significa el don y la responsabilidad de ser pastor no es fácil admitir el asunto… Sin embargo desde hace una década se ha comenzado a enfrentar el tema de los abusos y la mala conducta sexual dándole el peso de gravedad que tiene, así como a buscar medidas de manera más organizada. “En el sacerdocio y en la vida religiosa no hay lugar para quienes dañan a los jóvenes”, dijo Juan Pablo II en un discurso a los cardenales de Estados Unidos en 2002.
Desde hace dos años, con la valiente carta de Benedicto XVI a los católicos de Irlanda, la Iglesia ha exhortado más enérgicamente a las diócesis a luchar contra este crimen, a proteger a los menores antes que a las instituciones: “Es comprensible que os resulte difícil perdonar o reconciliaros con la Iglesia”, dijo el Pontífice a las víctimas. “En su nombre, expreso abiertamente la vergüenza y el remordimiento que sentimos todos. Al mismo tiempo, os pido que no perdáis la esperanza...”.
En este tema hay muchos elementos que entran en juego: abuso de poder, presencia de enfermedades psiquiátricas que no se han sabido detectar a tiempo ni manejar bien, la cultura en la que viven nuestros sacerdotes que tantas veces reduce el hombre a su parte sexual, hecho que a veces influye también en ellos, la deficiencia en la selección de los candidatos al sacerdocio y falta de integridad de algunos y, así se llega el vivir una vocación de manera contraria a lo que Dios pide violando el don del celibato de la manera más deplorable.
Sin embargo, a pesar de que este hecho es real, no le quita la sublimidad a lo que significa esta vocación. Son muchos los sacerdotes generosos que responden fielmente a este llamado al entregar su vida para convertirse en padres espirituales, artífices del bien con su palabra y con su buen ejemplo, y con la administración los sacramentos. Esto último solo ellos pueden hacerlo. Sacerdotes, religiosos y catequistas que realizan un trabajo silencioso pero heroico, y más en medio de una cultura que quiere desprestigiar esta vocación recalcando las caídas de unos cuantos.
No es fácil ni popular que una institución organice un congreso dedicado a un tema que le avergüenza y le resta credibilidad. Pero es una actitud sensata que la Iglesia se decida a encarar estos hechos. Esperemos que este evento permita la puesta en marcha de las recomendaciones allí propuestas para que todos los sacerdotes, religiosos y catequistas sepan ser de verdad la presencia de Jesús en la tierra para amar y servir, especialmente a los más débiles como Él lo hizo.
* Fraternidad Mariana de la Reconciliación