Su voz cálida invita a seguir cada una de sus palabras. Nada en ellas parece gratuito. Cuando habla Haider Ackermann se entiende bien de qué se trata todo lo que encierra el mundo de la moda, ese que va mucho más allá de las tendencias y que toca con lo que somos, con la necesidad de protegernos, de sentirnos bellos, deseados.
Este diseñador colombo francés, que ocupa los primeros lugares de las pasarelas internacionales, estuvo esta semana en Colombia. La Presidencia de la República le rindió homenaje y ofreció una conferencia en la Universidad Jorge Tadeo Lozano de Bogotá.
Su nombre está asociado a los grandes diseñadores de moda. Karl Lagerfeld sugirió que podría sucederlo en la Casa Chanel y se especuló que reemplazaría a John Galliano , en Dior. Sin embargo, Ackermann decidió continuar en solitario.
"Por el momento, me doy el lujo de tener mi propia marca. Si algún día cambio, tiene que ser para trabajar con alguien que me identifique, tenemos que ir en la misma dirección. Tiene que ser la casa correcta", esto lo dijo en entrevista para EL COLOMBIANO y para la segunda edición de su revista GTI, donde tratamos de descubrir quién hay detrás de este hombre con aire de rockero, gafas redondas y pelo ensortijado, que tiene movimientos de felino y que ha cautivado con sus sedas y cueros; con sus drapeados y siluetas desestructuradas, libres; con sus grandes cinturones, sus altos cuellos, sus pliegues y nudos, como si fueran a deshacerse.
Nació en Bogotá, tiene nacionalidad francesa, es hijo adoptivo de padres belgas, cartógrafos que lo llevaron a vivir en varios países de África y Europa, lo que ha marcado sus prendas. Más que los otros diseñadores, lo inspira la calle, la gente, los rostros en los que se descubre la vida, la alegría, las tristezas, las huellas del tiempo. Le aburren las tendencias, aunque él mismo sea una de ellas.
A la hora de diseñar piensa en aquello que arropa, que protege y envuelve. "Cuando abrazas a alguien, lo primero que tocas es la ropa. Yo me enamoré de una persona solo porque tenía cachimir. Suena estúpido, pero es la verdad. La tela significa mucho. Cuando una mujer usa cuero y seda, hay algo sensual, hay fuerza, hay también fragilidad. Es todo esto".
En sus trajes hay contrastes en las texturas, en las sorpresivas proporciones, en los colores. "Cuando inicio los bocetos me divierto conmigo mismo. No duermo, sueño. Juego con el maniquí, aprovecho mi libertad".
Ahora, sus diseños son más livianos, tienen menos capas. ¿Por qué? "Cuando era más joven quería protegerme, ponerme una armadura, era más frágil. Ahora, el tiempo es hermoso, me dejo llevar. Soy más generoso, muestro más luz, porque todo está bien".
Sus colecciones están ligadas a su experiencia personal, por eso, cuando finaliza una pasarela queda vacío: "es muy fuerte, trabajas muy duro para un desfile de diez minutos. Luego, cuando se acaba el show, hay una multitud, todo el mundo te habla, te felicita, te da besos, y media hora más tarde, estás solo en ese espacio enorme, estás desnudo. Es muy violento".
Su sueño es que la mujer que use sus prendas se sienta a sí misma en toda su plenitud. El día que lo logre sabrá que ha llegado a su objetivo. Tal vez, sin darse cuenta, ya lo consiguió.
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6
