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Adiós Mary Lía, hermana alegre

Más de 56 años de vida religiosa tenía la hermana María Lía Martínez Arango.

  • Adiós Mary Lía, hermana alegre | La hermana María Lía Martínez Arango era muy espontánea, amable en el trato y tenía un gran sentido del humor. FOTO CORTESÍA
    Adiós Mary Lía, hermana alegre | La hermana María Lía Martínez Arango era muy espontánea, amable en el trato y tenía un gran sentido del humor. FOTO CORTESÍA
10 de mayo de 2014
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Sor María Lía Martínez Arango se alegraba tanto cuando iban a visitar el hogar de ancianos en que vivía, Hermanitas de los Pobres, que si estaba enferma, se aliviaba.

Así la recuerda la hermana Gladys Martínez —"de otros Martínez, pero amiga de sor María Lía desde hace de 18 años"—. Y como una mujer inteligente. Gran lectora de filosofía y teología, conocía la historia de Medellín, la de la Comunidad que integraba, cuyo origen está en Francia, donde, por cierto, pasó 25 años.

Recibía con cariño a los visitantes, algunos benefactores de las Hermanitas de los Pobres, que atiende a 90 ancianos en su sede de Niquitao. O estudiantes de universidades. Y cuando era necesario, hablaba en su francés perfecto.

Interesada por todo lo que sucedía, informada como ninguna de noticias eclesiásticas o de actualidad regional, nacional o mundial, se encargaba de realizar carteleras en las que anunciaban lo que estaba pasando en el país o en el planeta.

"En ellas, también informaba las fechas de cumpleaños de todos, asunto que muchos mantenían consultando".

Alegre y espontánea
Su espíritu de solidaridad, le insuflaba una chispa resplandeciente para llevar con agrado esa vida de unión con las catorce religiosas con quienes compartía.

A los veintisés empleados de la institución los trataba con especialidad. A cada uno le preguntaba por su familia, por sus hijos, por problemas o situaciones familiares.

"Y para cada uno tenía una palabra adecuada, estimulante", señala sor Gladys.

Era alegre. Censuraba a las mujeres que llegaban con escote pronunciado y les impedía entrar a la capilla.

"Usted tan bonita, pero tan mal vestidita", recuerda sor Gladys que les decía a quienes llegaban con una blusa sostenida por tiritas.

"Esperá lo que vas a ver ahora: ¡un hombre en una facha…", le comentaba a alguna de las religiosas, cuando entraba un señor en pantaloneta a la capilla".

"Ella era muy espontánea" —expresa sor Gladys—. La vamos a recordar siempre".

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