Los precios agrícolas no dejan de generar sorpresas para los agricultores y los consumidores del mundo. Hasta no hace poco, los precios de los cereales, incluido el del maíz, subieron de manera importante como consecuencia de una sequía histórica en Estados Unidos y otras partes del mundo.
Sin embargo, ahora la situación es totalmente contraria, pues, por ejemplo, el precio internacional del maíz ha tenido, durante los últimos 12 meses, una caída del 51,6 por ciento. Dicho precio pasó de 290 dólares la tonelada en julio de 2013 a cotizarse, a finales del mismo mes de este año, en sólo 140 dólares.
Este valor es muy similar al que se registró hace cuatro años y responde a las excelentes cosechas que se han presentado en los principales países productores del mundo.
Esto, como ocurre normalmente con los precios de los bienes agrícolas y en especial con los alimentos, tiene implicaciones no solo en el ingreso de los agricultores y en sus decisiones sobre las siembras futuras, sino también sobre el costo de la canasta de los consumidores.
En esta oportunidad, los consumidores salen beneficiados de la caída de los precios, en tanto que los productores ven reducidos sus ingresos y muy seguramente revisarán a la baja sus siembras de los próximos meses.
A raíz de la caída en la cotización internacional del maíz, los agricultores colombianos han hecho saber que los actuales niveles de precios no hacen rentable la producción del cereal y que, por tanto, no pueden comprometerse en el plan del Gobierno Nacional de sembrar un millón de hectáreas.
Según el gremio de los cerealistas, en Colombia el costo promedio por hectárea es de 300 dólares por tonelada.
Este costo implica que, ni siquiera a los altos niveles de precios de un año atrás, al país le resulta rentable el maíz. Ahora, con un precio a la mitad del registrado en 2013, la producción claramente se hace inviable.
Colombia es un gran importador de maíz amarillo, pues la producción nacional es insuficiente para satisfacer la demanda interna. La existencia de un creciente e importante déficit ha llevado a pensar que existe una oportunidad para promover la producción para satisfacer el mercado interno.
Pero, como lo muestran las cifras del propio gremio cerealista, es claro que en las condiciones actuales de productividad y costos, el país no está en condiciones de llevar a cabo planes ambiciosos de producción de maíz. Probablemente, algunas pocas regiones podrán estar en condiciones de competir con la oferta del exterior, pero el grueso de zonas no lo puede hacer.
Esto pone de presente, de una parte, que los planes gubernamentales con metas ambiciosas deben estar debidamente soportados y no ser producto del arrebato del momento. De otra, que dados los cronogramas de desgravación arancelaria pactados en los TLC, la única manera de pensar en sembrar maíz en Colombia de manera competitiva es aumentando la productividad del cultivo.
Ello demanda dedicar muchos más recursos a la investigación y menos a los ineficaces y perversos subsidios que mantienen al agro en el atraso.
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