Sonia Alejandra Rodríguez sabe que en los próximos cuatro años tiene prohibido llorar. Tiene claro que no puede perder la fe ni en Gramalote ni en ella. Tiene claro que a la última gramalotera a la que le puede dar nostalgia, es a ella.
Sonia habla de política como si estuviera haciendo una receta. La define como echar en un mismo balde una buena porción de gestión, mucha tranquilidad y transparencia, una dosis moderada de terquedad y un poquito de locura. Para luego revolver temas puntuales y darle orden a la casa.
Sonia Rodríguez es la nueva alcaldesa de Gramalote, en Norte de Santander. Es la única mandataria sin despacho, sin una tierrita para gobernar. Es la única que asumió el reto sin saber si quiera si va a tener sueldo. Todo esto, porque desde hace un año su municipio quedó destruido por un deslizamiento y hoy por lo menos seis mil gramaloteros no están en su territorio.
Nada de eso la intimida. Le da más valor. No deja de reírse de sus propias tragedias y luego, cual libreto básico y justo, ofrece disculpas por estar tan, pero tan ocupada. "¡Qué pena con usted, pero ahora tampoco la puedo atender", confiesa la alcaldesa, después de hacerle la cuarta llamada.
Otra risa, otra carcajada sonora para explicar por qué está tan ocupada, qué es lo que hace tanto y entonces, en un gesto de sinceridad responde: "le confieso que yo no sabía que me iba tocar caminar tanto. El tema de Gramalote no puede esperar. Tengo que ir a todos los ministerios a presentarme, el mundo entero debe saber que Gramalote tiene su alcaldesa", dice.
Así llegó a la Alcaldía
De los cinco candidatos que buscaban la Alcaldía de Gramalote, Sonia era la que tenía menos opciones de ganar. No era ni conservadora, algo que según los entendidos pesaba por ser Gramalote un municipio históricamente azul. Además, no tenía maquinaria política ni respaldos de exalcaldes ni un presupuesto ostentoso.
Sin embargo, y según cuenta, hizo una campaña contándole a los gramaloteros su receta, aquella del amor, la paciencia, la transparencia y evidenciando, que después de todo, sus paisanos estaban cansados de la política tradicional.
"Creo en los principios básicos de la política, es decir, la entiendo como el arte de pensar bien, de gobernar bien. Esa es la fuerza que me impulsa. No tengo trayectoria política, lo que hice fue un ejercicio de buscar el voto de opinión", asegura.
Y entonces, se metió en una campaña que, de acuerdo con la información entregada por el Consejo Nacional Electoral (CNE), solo se gastó cinco millones de pesos. Y ahora sentencia: "¡Gané y ahora no le puedo tener miedo a sufrir!".
El reto de Sonia Alejandra
A la pregunta de por qué quiere ser alcaldesa de un pueblo que no existe, la Alcaldesa es vehemente con su respuesta: "Porque estoy convencida de que el municipio sí existe. Gramalote es 53 por ciento rural y está, vivo, pujante. Y además, porque creo que esta es la oportunidad de volver a nacer y nacer desde el aprendizaje".
Advierte que evidentemente no le quedará fácil asumir un cargo que está en el aire y más porque está convencida de que en el proceso de reconstrucción no quiere ser una invitada de piedra.
"Lo primero que tengo que hacer es inventarme una administración con una ausencias de presupuesto verdaderamente sentida. Las otras necesidades, las iré resolviendo en el camino".
Sonia se convierte entonces en la alcaldesa de un municipio que no tiene recursos propios y que debe pagar la nómina de por lo menos 12 secretarios de despacho. No sabe de dónde sacará la plata para la papelería y no tiene idea si recibe un municipio endeudado. Pero, la verdad, lo que más le preocupa es que la reconstrucción de Gramalote "pase de moda", y Colombia entera los olvide.
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