x

Pico y Placa Medellín

viernes

0 y 6 

0 y 6

Pico y Placa Medellín

jueves

1 y 7 

1 y 7

Pico y Placa Medellín

miercoles

5 y 9 

5 y 9

Pico y Placa Medellín

martes

2 y 8  

2 y 8

Pico y Placa Medellín

domingo

no

no

Pico y Placa Medellín

sabado

no

no

Pico y Placa Medellín

lunes

3 y 4  

3 y 4

language COL arrow_drop_down

Alejandro encuentra el paraíso

10 de octubre de 2009
bookmark

Son las 10:30. Empieza la vida poco a poco en la lujosa y aséptica casa de enfrente de la de Cristiano Ronaldo. Un chalet que alquilan para Alejandro Sanz cuando va a Madrid.

En el garaje, un Jaguar biplaza descapotable, dos rancheras japonesas y el todoterreno Mercedes en el que dentro de unos minutos empezará el viaje. Alejandro Sanz va a compartir con el equipo de El País Semanal su refugio. Una finca de 40 hectáreas en el valle de La Vera, Extremadura. El lugar adonde acude para tener los pies en la tierra. Allí cultiva sus verduras, cría a sus gallinas y pasea con sus caballos. Allí, con la sierra de Gredos en el horizonte, empezó a concebir las canciones del nuevo disco. Canciones que revelan un estado de ánimo más positivo que las de su anterior entrega, producto de una época, dice, más oscura.

Están por su casa su asistenta personal y su amigo de toda la vida, la Tata, encargado, entre otras cosas, de organizar la finca extremeña. Por fin baja el anfitrión. Cazadora y pantalones vaqueros, gafas de espejo, botas de piel y gorra. Saluda amablemente. Suena el teléfono fijo de la casa. Alejandro se disculpa antes de acudir personalmente a cogerlo: "Es que desde que me traicionó el mayordomo", bromea.

Se refiere al desagradable episodio sucedido a finales de 2006, cuando un empleado de su casa de Miami y su mujer fueron detenidos por tratar de extorsionarlo con la amenaza de hacer pública la existencia de un hijo que el artista tuvo con la puertorriqueña Valeria Rivera mientras estaba casado con la modelo mexicana Jaydy Michel. "Aquello fue un fiasco enorme", recuerda. "Me di cuenta de hasta dónde puede llegar alguna gente para buscarse la vida. Pero allá ellos. Los que traicionan son los que se equivocan, estoy convencido".

Sanz tuvo que emitir un comunicado en el que reconocía la existencia de su hijo Alexander, algo que nunca había ocultado a su entorno más íntimo, pero que había decidido, por el bien del niño, no hacer público. Fueron momentos dolorosos para un artista que siempre ha tratado de proteger su vida privada. Tocó fondo. Tuvo que suspender una veintena de conciertos de su gira americana por una crisis de estrés.

Retiro forzoso
"Me vino todo de golpe y exploté", recuerda. "No podía más. Me paré dos meses y estuve encerrado haciendo terapias. Muy recomendable para todo aquel que se crea que no le pasa nada. Hay que dedicar un tiempo a pensar en uno mismo. Hay ejercicios fantásticos, de respiración, de meditación, para controlar la ira. Por ejemplo: te levantas cada mañana y, en un papel, te pones a escribir todo lo que te sienta mal. Con las peores palabras que se te ocurran. Así te levantas con otro rollito. Ya no lo hago, porque la verdad es que estoy muy calmo".

Alejandro se sienta al volante del todoterreno Mercedes negro.

Aclara que sigue viviendo en Miami, donde se instaló hace ya 10 años, la mayor parte del tiempo. Sobre todo cuando está grabando, pues ahí tiene su estudio. Queda poco para llegar a la finca y Alejandro propone una parada técnica para que los visitantes conozcan las maravillas gastronómicas de la zona, antes de adentrarse en la finca.

Es un paisaje arbolado, fresco. Cuenta Alejandro que hay 900 higueras, 600 olivos, 800 castaños y alguna rareza como un pequeño árbol de Júpiter, o abies nebrodensis, una especie en peligro crítico de extinción, plantado junto a la piscina, que debe de estar preguntándose qué hará aquí tan solo y tan lejos de su Sicilia natal.

Alejandro abre las puertas de la casa, tras las que se extiende un enorme salón con una pared acristalada mirando a la sierra. Un piano de cola, un djembé y un par de cajones flamencos delatan el oficio del anfitrión. En una vitrina, un traje de luces con el que José María Manzanares hijo triunfó en sus dos plazas favoritas, México y Sevilla.

Los cuadros que cuelgan de las paredes dan pistas sobre otra de las pasiones de Alejandro, la pintura: una pequeña colección cuyas piezas destacadas son un dibujo de Tàpies, un guinovart y dos pequeños aguafuertes de Picasso.

El único cuadro de Alejandro que se ve es un óleo oscuro que preside la enorme chimenea de piedra, sobre la que también descansa una espada de samurái. Hace ya dos años que no pinta, cuenta. Pero está dándole vueltas a la idea de habilitar uno de los secaderos de tabaco de la finca para pintar cuadros de gran tamaño, con arnés.

Las fotos de su hija y de su medio hermano ocupan, como era de esperar, el centro de la mesa del salón. Manuela y Alexander son, dice, lo mejor que le ha pasado en su vida. "El niño vive en Miami, y la niña, en Madrid", explica.

"Pero me encanta juntarlos. Ya que otras cosas las he hecho regular, por lo menos trato de corregirlo juntándolos y haciendo que se quieran. Me gusta que se conozcan bien desde pequeños, que tengan un vínculo grande. No puedo hablar de errores, porque cada hijo es un regalo divino. Y es una cosa impresionante lo que me aportan ellos. Yo, por mi parte, procuro que estén juntos, que se sientan protegidos, queridos y parte de una familia muy grande".

Alejandro parece un buen tipo. Y asegura que se lleva bien con las dos madres de sus hijos. "Todos los padres que quieren el bien para sus hijos se tienen que llevar bien, aunque les cueste", dice. "No entiendo cuando una pareja se separa y se matan entre ellos, se pelean, no hacen el mínimo esfuerzo. Si quieres que tus hijos estén bien, tienes que estar bien con sus madres".

Alexander es "todo físico", y Manuela, "toda sensibilidad". Pero a los dos les encanta la música. Puede, eso sí, que no tanto como a su padre, que a los seis años, mientras sus primos escuchaban a Parchís, ya escuchaba a Paco de Lucía. En su familia gaditana sonaba el flamenco. "Era algo que tenía dentro y que explotó desde muy joven", explica. "Me emocionaba profundamente".

Triunfar tanto y tan pronto tiene el riesgo de llenar de presión cada paso siguiente de una carrera.

Pero él asegura llevarlo bien. "No importa lo que hayas vendido antes", dice. "Cada disco es un reto completamente nuevo. La gente que compra un disco no lo hace pensando si has vendido 21 millones o no. Le gusta o no le gusta. Pero el éxito previo sirve para motivarte. Hay un montón de gente esperando a ver qué haces porque a su propio trabajo le afecta. Así que te lo planteas con más seriedad. Siempre da vértigo un papel vacío. Pero, afortunadamente, nunca he tenido una crisis creativa grande.

Quizá en el segundo disco me costó más, porque me enfrentaba por primera vez al monstruo del éxito, que es un monstruo considerablemente feo, en el sentido de que asusta.

El éxito asusta sobre todo cuando viene acompañado de la fama, que es muy complicada. Pero pasas eso y sigues tu camino. Y al final es lo que soy. Yo hago eso. Compongo canciones y las canto".

Te puede interesar

¿Buscando trabajo?
Crea y registra tu hoja de vida.

Las más leídas

Te recomendamos

Utilidad para la vida

Regístrate al newsletter

PROCESANDO TU SOLICITUD