La muerte sigue acechando. En cada rincón de los sofocantes túneles de la mina San Fernando parece agazaparse una trampa mortal, montada para hacer caer a los inermes mineros de Amagá.
Casi 33 años después, la tragedia se repite y un número similar de trabajadores mueren en un accidente laboral, ocurrido el 16 de junio de 2010, en la Mina San Fernando, vecina de las minas El Silencio y Villa Diana.
En la región de Amagá existen unos 2 mil hombres que viven de extraer el carbón y que cumplen agotadores esfuerzos en extensas jornadas, con menguados salarios y en aterradoras y rudimentarias condiciones de trabajo. La miseria en la que se mueven los mineros es tal, y su aspecto es tan trajinado, que parecen topos que abundan en estas montañas.
Ahora muchos no quieren saber del día del padre ni de la minería. Se ahogan en lágrimas, dolor y un desgarro profundo y oscuro, más negro que la mina misma, ya que al ver caídos a sus seres más queridos, se pierde toda esperanza de que algún familiar ingrese próximamente a las profundidades de alguna mina.
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