La cercanía de este Domingo de Pascua con la liberación el pasado Lunes Santo de los policías y soldados secuestrados, que tanta alegría y esperanza ha traído para Colombia, nos permite enmarcar lo sucedido en el misterio de la Resurrección de Cristo que hoy celebra el mundo católico.
Porque la Resurrección es, precisamente, un mensaje de liberación, de esperanza. Recordamos, a la hora de escribir esta reflexión, un comentario evangélico, un Tejas Arriba del padre Gustavo Vélez , publicado hace ya años en un domingo como este, titulado "Amenazados de resurrección", una expresión llena de sentido y que traduce a cabalidad nuestra condición de seres humanos que no sólo estamos condenados a morir, sino que, sobre todo, desde una perspectiva de fe, estamos amenazados de esperanza, de resurrección.
Y permítasenos traer a colación un aparte de este texto del siempre recordado padre Calixto, cuya muerte tanto nos conmovió, pero quien nos sigue acompañando desde su Pascua eterna. Nos ayudará a entender mejor el misterio que hoy celebra la Iglesia Católica y que, más allá de credos, confesiones o de no creer, trae un mensaje que ilumina nuestra condición de seres trascendentes que tras el morir esperamos un más allá. Que sabemos que nuestro paso por el planeta se desarrolla, desde el nacimiento hasta la muerte, en un hoy tenso entre el pasado y el futuro, al ritmo del tiempo fugaz que se quema minuto a minuto. Nuestra existencia es, de hecho, un paréntesis entre lo temporal y lo eterno.
Citando a un periodista guatemalteco, en el texto que estamos recordando, se leen estas palabras iluminadoras: "El proceso de la resurrección empieza con la primera arruga que nos sale en la cara; con la primera mancha de vejez que aparece en nuestras manos; con la primera cana que sorprendemos en nuestra cabeza, un día cualquiera; con el primer suspiro de nostalgia por un mundo que se deslíe y se aleja, de pronto, frente a nuestros ojos. Así empieza la resurrección, no eso tan incierto que algunos llaman "la otra vida", sino lo que es en realidad la Vida".
"Dicen que estoy amenazado de muerte. ¿Quién no lo está? Mas en todo esto hay un error conceptual. Ni yo, ni nadie, estamos amenazados de muerte. Estamos amenazados de vida, amenazados de esperanza, amenazados de amor".
Es el mensaje que quisiéramos transmitir a nuestros lectores en este Domingo de Resurrección. No nos podemos dejar apabullar por la amenaza de muerte que el conflicto armado, la delincuencia y la criminalidad esgrimen contra la sociedad. Dejémonos más bien amenazar por la esperanza, por la vida.
La reciente liberación de los policías y militares secuestrados, encuadrada, como decíamos al principio, en esta Semana Santa que hoy termina, nos debe ayudar a entender mejor el sentido de la Pascua y a asumir, personal y colectivamente, un compromiso con la libertad, no con las cadenas y ataduras. Con la justicia, no con la corrupción. Con la igualdad, no con la explotación de los demás. Con el amor, no con el odio. Con la paz, no con la guerra. En fin, con la vida, no con la muerte. Eso significa resucitar.
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