Los finales de año siempre son propicios para hacer balances, resúmenes y medir percepciones sobre los aspectos y hechos más relevantes acaecidos tanto a nivel internacional como nacional e igualmente para destacar las instituciones y los personajes más sobresalientes durante la anualidad.
A pesar de ser un escéptico de las encuestas, ya que éstas en la mayoría de los casos son manipuladas para atender intereses de quienes las contratan, quiero dejar a un lado siquiera por un momento esa impresión para opinar sobre la última muestra de la encuestadora Invamer Gallup en materia política.
Se advierte en la misma que el presidente Uribe mantiene su favorabilidad en un 68 por ciento, o sea que sólo habría perdido un punto desde que asumió la primera magistratura en el año 2002, quien llegó a obtener una máxima popularidad del 85 por ciento con la operación jaque.
A pesar de existir una favorabilidad del 52 por ciento para la aprobación del referendo reeleccionista y de un 83 por ciento por un tercer mandato del presidente Uribe, también es cierto que poco a poco se ha ido abriendo paso una vertiente de adeptos al Presidente que no le juegan a más reelecciones, en defensa de la institucionalidad y la democracia; entre estos se encuentran algunas personalidades de la vida nacional, representantes de importantes conglomerados económicos, gremios e inclusive de la misma Iglesia, entre otros furibistas; también ya se oyen voces discordantes de medios internacionales y de otros gobiernos.
El presidente Uribe en alguna oportunidad señaló que volvería a aspirar sólo en el caso de presentarse una eventual “hecatombe”, circunstancia que afortunadamente no ha ocurrido y que se daría de verdad, si entre más de cuarenta millones de colombianos no existiese alguien de igual o mejor cualificación para sucederlo.
A cinco meses de una nueva elección presidencial, Uribe mantiene la duda, la encrucijada del alma, sobre si opta o no por una tercera magistratura, según argumenta, porque teme que la política de seguridad democrática se desvanezca en otras manos.
Si eso fuera cierto, pienso que se ha perdido el año al no lograr en su largo período entronizar y afianzar suficientemente los esquemas de seguridad entre las instituciones que los deben imponer y entre los conciudadanos para que tengan la capacidad y el convencimiento de defenderla a toda costa; igualmente por no haberla consolidado como una verdadera política de Estado que obligue su continuidad y permanencia en el tiempo sin importar la ideología y estrategias de gobiernos venideros.
Se deja entrever también la duda que tiene el Presidente hacia sus más cercanos colaboradores o coequiperos, quienes a pesar de haberlo secundado en las labores de gobierno por largos períodos, al parecer no le generan la confianza, ni demuestran la capacidad de liderazgo que ameriten entregarles tranquilamente las riendas del país, con la garantía de avanzar en el proyecto político de restablecer el orden y la seguridad.
Y es que su estilo de gobernar y de concentrar la atención, opaca y no permite ni aún a sus más allegados, como Juan Manuel Santos, Noemí Sanín, Germán Vargas Lleras, etc., aparecer en la escena política, ni crecer adecuadamente en las encuestas para perfilarse como fuertes aspirantes a ocupar el solio de Bolívar, lo que permite vaticinar que sin Uribe como candidato, habría una segunda vuelta que permitirá el realineamiento o unión de fuerzas opositoras e independientes, que podría dar lugar a un resultado electoral con pronóstico reservado.
O sea que el pueblo colombiano iniciará el año 2010 con la misma expectativa, al no saber si el presidente Álvaro Uribe se postula o no para un tercer período. En los mentideros políticos se señala que, como buen paisa, está cañando y dejando en suspenso su decisión hasta las elecciones parlamentarias del mes de marzo, con el fin de evitar cualesquier resquebrajamiento de sus fuerzas políticas en el Congreso. Pero, será que sólo el presidente Uribe tiene la palabra en este asunto?
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