La adquisición de los predios Mora y Alaska, en el páramo de Santa Inés, también conocido como de Belmira, es, a juicio de Corantioquia, la cuota inicial para garantizar el abastecimiento de agua los próximos 20 o 30 años para el Valle de Aburrá.
Es decir, haya o no fenómenos del Niño o de la Niña o largos tiempos de sequía, a los 3 y medio millones de habitantes de la región metropolitana, que son abastecidos por aguas de este páramo, no les faltará el recurso. Eso sí, será básico protegerlo, cuidarlo de las amenazas y tenerlo como una zona de reserva. De allí que la adquisición de los predios les permitirá a las autoridades ambientales tener un control de las actividades y todo lo que pasa con el ecosistema.
Alejandro González, director de Corantioquia, explica que los dos predios -Mora y Alaska- están en la zona central del páramo y entre ambos suman 1100 hectáreas.
"Tener estos predios es el primer paso para garantizar el abastecimiento de agua para 20 ó 30 años en el Valle de Aburrá, pero no basta comprarlos, hay que empezar un proceso de amojonamiento, de alinderamiento y de restauración ecológica", explica el funcionario.
Los páramos (ver gráfico) son sistemas reguladores de agua, es allí donde nace el recurso. Su primera capa es una especie de esponja que, por estar a gran altura, capta la humedad del aire y la absorbe, y una vez se satura, dicha humedad se convierte en agua, la cual se va liberando lentamente. La liberación del agua es regulada y esta corre según las temporadas, ya sean invernales o de verano. Si no fuera así, la naturaleza viviría de desastre en desastre, al agua bajaría en torrentes incontrolables.
Por eso se puede afirmar, como lo explica González, que son fuentes inagotables. En el páramo de Santa Inés, por ejemplo, nacen los ríos Grande y Chico, que abastecen al Valle de Aburrá.
Aunque claro, los efectos del cambio climático y la intervención del hombre constituyen amenazas serias sobre estos ecosistemas y por eso se consideran áreas de reserva. De allí que Corantioquia hable de restauración ecológica.
"Es un proceso más complejo que sembrar árboles, incluye rehabilitar los suelos, recuperar el ecosistema a partir de sembrar aleatoriamente diferentes semillas para que vayan creciendo solas, que la montaña se vaya enrastrojando, se le ayuda al ecosistema para que se reproduzca solo". Este proceso, detalla el director de la corporación, puede tardar entre 10 y 15 años.
El páramo de Belmira ha estado amenazado por actividades agrícolas y ganaderas, que le hacen daño al ecosistema. Allí no se trata de expulsar a los campesinos, que siempre han estado en él, sino de enseñarles a que en desarrollo de su actividad, no atenten contra los recursos.
En otras zonas la minería también es una amenaza, porque cada vez se sube con esas actividades a zonas más altas.
Nueve distritos de manejo
Antioquia, en áreas protegidas, tiene siete distritos de manejo integrado y dos reservas forestales protectoras, para un total de nueve áreas protegidas declaradas.
El año pasado la inversión en ellas fue de $3.400 millones. Este año se espera lograr una inversión de $4.000 millones para consolidar un área protegida total de 140.000 hectáreas.
En este proceso, la Gobernación ha aportado $1.000 millones y en convenios, EPM ha puesto $2.300 millones.
Luz Ángela Peña, secretaria del Medio Ambiente de la Gobernación, advierte que la dependencia trabaja en una revisión de las áreas protegidas, cuyo sentido no es cuestionar la idoneidad de la selección hecha por las corporaciones ambientales, sino analizar qué tan efectivas son.
"Es posible que las áreas declaradas no sean las de mayor importancia y que existan áreas de más relevancia que no han llegado a la categoría de declaratoria", afirmó.
Confirmó que este año se piensa hacer intervenciones en 72 municipios para la protección de áreas abastecedoras de microcuencas, áreas que sean representativas de la biodiversidad.
Adolfo León Correa, biólogo de Áreas Protegidas de Corantioquia, advierte que la declaratoria de áreas protegidas es un proceso complejo. Señala que la sola presencia o no de frailejones no basta como marca para concluir que un territorio es de páramo, "incluye una condición climática, la funcionalidad y hasta la percepción de las comunidades". A veces, la acción del hombre, acaba con esta especie para habilitar áreas de ganado o de agricultura.
Morelia Barrientos, secretaria del Distrito de Manejo Integrado para el Noroccidente Medio con sede en la Alcaldía de Belmira, observa que el proceso en Santa Inés con las comunidades va bien. "Hemos sensibilizado a los campesinos y han estado receptivos, logrando mejores manejos de sus actividades para la protección del ecosistema".
En toda su zona, que incluye también los municipios de Liborina, San José de La Montaña, Entrerríos, Sabanalarga, Olaya y San Andrés de Cuerquia, hay un total de 42.600 hectáreas de áreas de reserva. Esa es la despensa que nos garantiza que de los grifos de nuestras casas siempre salga el chorro, agua pura para todo el Valle de Aburrá.
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