El deterioro paulatino y cada vez más agresivo en las costas del mar en Antioquia se está convirtiendo en otra "sal" para nuestro futuro.
En vez de ser una ventaja estratégica tener la segunda mayor extensión de costa atlántica del país, Antioquia ha estado de espaldas a sus litorales, paradójicamente en momentos en que los grandes proyectos de infraestructura miran hacia Urabá como el mejor "destino" de millonarias inversiones en vías y puertos.
Durante décadas, porque el problema del daño ambiental en la frontera costera de Antioquia no es nuevo, el mayor interés ha estado en abrir vías que comuniquen el centro con el mar, olvidando que éste también sigue haciendo su silencioso y devastador trabajo de devorar lo que el hombre no ha sabido proteger.
Los dos informes publicados por EL COLOMBIANO, domingo y lunes, no sólo producen desasosiego y escalofrío por los daños en la zona costera antioqueña, sino que demuestran que estamos "mar adentro" de encontrar una solución pronta y eficaz a los problemas evidentes de no tener una política seria y consistente con nuestra riqueza marítima.
Como en muchos otros temas de interés nacional y regional, los estudios sobre la problemática del mar son abundantes, pero casi todos duermen el silencio de los justos. Las entidades encargadas de fijar políticas y acciones están desarticuladas y a los municipios ubicados en las zonas de influencia marítima les interesan muy poco los fenómenos de asentamientos humanos irregulares en dichas costas.
La falta de planes de ordenamiento territorial, con los mares como zona de frontera, no sólo han ignorado el problema, sino que lo han acrecentado. Experiencias como las de la Mojana y las costas, no sólo en Antioquia, sino en el resto del país, demuestran que el Estado ha naufragado en su propia desidia y olvido hacia estas zonas y de cara al mar.
Y ante esa falta de Estado, el hombre ha ejercido una acción destructiva, con la deforestación, desvío de ríos, uso indebido de los recursos naturales, agudizando los efectos del cambio climático.
No es aceptable que 130 de 145 kilómetros de costa en la zona del Urabá antioqueno estén deteriorados y no exista, hasta ahora, un plan institucional de mitigación y recuperación de las zonas vulnerables.
Dada la magnitud del problema y lo estratégico que resulta el mar para el futuro de Antioquia, los gobiernos departamental, nacional y los locales deberían, de una vez por todas, crear una autoridad marítima para el Urabá antioqueño, o por lo menos fijarle prioridades a la Dimar en esa región.
Corpourabá se ve desbordada para enfrentar un desastre costero como el que este diario documentó en las costas del Departamento.
Es incomprensible, por ejemplo, que el Ministerio del Ambiente y Desarrollo Territorial haya contratado con organismos de Holanda un gran estudio sobre las costas y en éste no figure Antioquia.
La normatividad nacional no permite que nuestro Departamento actúe de forma directa sobre el problema, pero hasta ahora tampoco se ve una política clara desde la región para enfrentarlo.
La construcción de las Autopistas de la Prosperidad y, en el inmediato futuro, el Puerto de Urabá son una inmejorable oportunidad para plantear soluciones desde ya.
El aprovechamiento de nuestra riqueza costera y marítima debe hacer parte fundamental del desarrollo económico y social de Antioquia, para no abandonar esas zonas, dejando que los delincuentes y los narcotraficantes sigan usufructuando ilícitamente nuestros mares, como una sal que todo lo corrompe.
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