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Arte Quiteño, una inspiración divina

Rostros color canela brillantes, ojos de vidrio, pelucas y expresiones de dolor y sufrimiento caracterizan las imágenes del Arte Quiteño, que, seguro, usted vio desfilar por las calles del centro de Medellín, Santa Fe de Antioquia, Popayán, Tunja, Bogotá y otras ciudades de Colombia, durante las procesiones de Jueves Santo y Viernes Santo.

  • Arte Quiteño, una inspiración divina | Rodrigo Martínez A. | Jesús de la Buena esperanza, Arte Quiteño de los siglos XVI y XVIII. Altar de la capilla de la hacienda La Compañía, ubicada en el norte de Quito.
    Arte Quiteño, una inspiración divina | Rodrigo Martínez A. | Jesús de la Buena esperanza, Arte Quiteño de los siglos XVI y XVIII. Altar de la capilla de la hacienda La Compañía, ubicada en el norte de Quito.
02 de abril de 2010
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Esta expresión no es parte del pasado como puede pensarse. Este arte aún está latente en la vida de los quiteños, que la han convertido en un referente turístico y en un atractivo más para conocer el centro histórico de la capital ecuatoriana, que es Patrimonio de la Humanidad, desde 1978.

En los templos de la Compañía de Jesús, San Francisco de Asís, los dominicos, Santa Catalina de Siena, La Merced y San Diego y 42 recintos religiosos más, construidos en la época colonial, está plasmada la huella de talladores, escultores, pintores y cofradías, que, en imágenes dejaron estampado su fervor religioso.

El arquitecto Diego Santander, director de la Fundación Iglesia de la Compañía, en su oficina, ubicada en el segundo piso de una construcción de la época de la conquista, aseguró que la capital de Ecuador sigue siendo un centro histórico de relevancia, representante de la pintura y escultura colonial conocida como Arte Quiteño, que se irradió no sólo por la Real Audiencia de Quito sino dentro de los virreinatos de Nueva Granada y el sur del continente. Es por eso, agregó, que se puede apreciar este arte en Medellín, algunos municipios de Antioquia, en Bogotá, Popayán, Lima, en Perú, y otras ciudades de ese país.

Geovana Campo, coordinadora de Turismo de la Iglesia de la Compañía agregó que el Arte Quiteño nació con la llegada del conquistador español  Sebastián de Benancázar, fundador de Quito, el 6 de diciembre de 1534, y con él los padres franciscanos.

Los orígenes
El 25 de enero de 1535 la comunidad obtuvo sus terrenos en Quito y, entre 1545 a 1550, fray Pedro Gocial y Jodoco Riquie crean la  escuela San Andrés, la primera dedicada en  América a la escultura y talla  religiosa, que buscaba facilitar la evangelizaron de los indígenas que adoraban el Sol y la Luna.

Con estas imágenes se realizaban procesiones con el fin de hacerles cambiar de ideología a los nativos y por eso buscaron imágenes de Cristo y mártires católicos, que reflejaran el dolor, el sufrimiento y la angustia, para que les llamara más la atención. En este taller, también trabajaron el hierro, la plata y construyeron instrumentos musicales.

Campo, comentó como anécdota, que uno de los detalles de este arte era el brillo de las imágenes, el cual conseguían los artesanos, en su mayoría indígena, frotando los espacios vistos (rostros y extremidades) con vejigas de corderos y babas.

Inicialmente empezaron con imágenes talladas en cedro talado de los montes andinos que rodean a Quito y telas provenientes de Europa, en el siglo XVIII empezaron a utilizar yeso, máscaras de plomo y ojos de vidrio y cristos y vírgenes con colores de piel mestiza y en el XIX utilizaron pelucas.

El siglo XVIII
En la pintura, al principio las imágenes fueron oscuras que evidenciaban el dolor con el fin de infundir una especie de miedo. En el siglo XVIII empezaron a utilizar los colores más vivos.

En la imaginería los artistas quiteños, que en la mayoría eran indígenas o mestizos, quedaron en el anonimato porque trabajaban para cofradías.

A pocas cuadras del templo de la Compañía, cerca al cerro del Panecillo, que en culmina con la emblemática escultura de la Virgen con Alas, Vicente Ramos, administrador del Museo de los Padres Dominicos relató que esta comunidad llegó a Quito, junto con los Franciscanos.

Aunque los Franciscanos fueron los pioneros en la escultura, los dominicanos le mezclaron al arte quiteño la pintura con  fray Pedro Bedón y Díaz de Pineda, (nació en Quito en 1556) llamado el moralista de América colonial y quien fue discípulo del pintor jesuita  italiano Bernardo de Bitti.

Por oponerse a la corona española, Bedón fue expulsado de Ecuador y, en 1593 se radicó en la Nueva Granada, donde decoró numerosos conventos dominicos y templos en Bogotá, Tunja, Popayán y Pasto, entre otras ciudades.

Arte y religión
En 1598 regresó a Quito, donde fue elegido de Prior y como tal intervino en el Capítulo Provincial, celebrado, en septiembre de ese año, el cual contenía la teoría del arte, con el fin de evitar que siguiera siendo una copia de artistas de Cuzco, en Perú, España e Italia.  Fue así como enseñó las reglas y principios para su ejercicio, los modelos para componer los colores, la proporción con que se los debe mezclar y la manera de pintar las imágenes.

En el siglo XVIII el escultor quiteño Bernardo de Legarda le dio un nuevo aire a esta expresión religiosa y se convirtió en uno de los mejores exponentes del arte quiteño.

En su taller, del que hoy existe una réplica en el Museo de Quito, restauró la imagen de San Lucas y talló para la iglesia de San Francisco la de La Inmaculada de la cual se hicieron miles de copias que se esparcieron por Ecuador y Colombia.

Una de sus obras más renombradas es la Virgen del Apocalipsis o Virgen con Alas, cuya copia hoy, en forma de una escultura de casi 20 metros de altura domina los cielos de Quito, desde el cerro El Panecillo.
A este nombre se unió el de Manuel Pili, el escultor indígena conocido como Caspicara y de quien quedan numerosas tallas de imágenes católicas en los templos quiteños.

El Arte Quiteño hace parte de la historia de la fe católica en América indígena del sur y sigue latente gracias a los gobiernos quiteños y a un puñado de artistas y talladores, en su mayoría jóvenes,, que desde la Escuela de Artes y Oficios de la ciudad se capacitan para restaurar las obras más emblemáticas de esta expresión cultural religiosa, que se extendió por naciones como Colombia, Panamá y Perú.

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