Antes de poder recibir el beso de año nuevo de sus padres, seis niños fueron el blanco de balas perdidas el 31 de diciembre, en el país. Dos de ellos ya fallecieron y otro, en Medellín, se debate entre la vida y la muerte. Tiros al aire hechos en medio de la celebración por personas irresponsables, ignorantes o estúpidas que no midieron las consecuencias de sus actos.
Balas perdidas que no solo matan niños en diciembre, sino que son ya un motivo más de inseguridad ciudadana en todas las épocas del año, en las principales ciudades colombianas. En la última década han muerto unas mil personas por esta causa en Colombia. En el caso de Medellín, los registros de prensa dan cuenta de 22 muertos y 50 lesionados en el último año, siendo la segunda ciudad del país con el mayor número de casos, después de Cali.
Tuvo que ocurrir la infausta coincidencia de que tan alto número de niños fueran impactados por proyectiles, en la celebración del año nuevo, para que el país abriera los ojos y empezara a debatir la necesidad de encontrar soluciones y tratar de poner fin al uso irresponsable e indiscriminado de las armas de fuego, así como de las condiciones en que se otorgan las licencias para su porte.
El sólo hecho de hacer tiros al aire, de forma indiscriminada, en lugares públicos y habitados, y sin justificación alguna, pese al enorme impacto social que puede generar tal acción, es por sí mismo, ahora, una infracción al Código de Policía. Lo grave son las consecuencias que se desprenden de este acto, y por eso comienza a hablarse de la necesidad de considerar esta violencia aleatoria, que nos convierte a todos en víctimas potenciales, en un delito que se castigue con severidad.
Muchos abogados penalistas coinciden con el criterio manifestado por el Fiscal General (e), Guillermo Mendoza Diago, en el sentido de que quien dispara sin objetivo fijo, así no dirija su arma contra alguien en particular, pero causa daño o muerte a otra persona, incurre en un delito que debe ser investigado por los fiscales y penado por los jueces, sin que pueda esgrimir como disculpa que no quería herir o matar a nadie.
Es decir, que quien dispara al aire, y como resultado de su acción produce heridas o la muerte a otra persona, está incurriendo en un delito, bajo la modalidad del "dolo eventual". Si se produce la muerte de quien recibe el impacto del proyectil, quien disparó puede estar incurso en el tipo penal de homicidio doloso eventual, o también del homicidio preterintencional, con penas de cárcel de más de 20 años. Quien acciona un arma, aunque esté amparada con salvoconducto, pero sin tener en cuenta las circunstancias que lo rodean, está de antemano aceptando cualquier resultado que se produzca con el disparo.
Como tipo penal no está consagrada aún "la bala perdida", pero es un drama real, creciente y que deja graves secuelas. Los tiros al aire son una práctica bárbara y constituyen un riesgo para todos, en todo el país, en todas las épocas del año. Es muy lamentable además que la mayoría de las muertes producidas por esa acción irresponsable quede impune.
Para tratar de darle la debida solución a esta costumbre aberrante de disparar como muestra de euforia y celebración, las autoridades tendrán que ser más estrictas en sus operativos de control de armas -casi dos de cada tres no están amparadas legalmente-, y la ciudadanía tendrá que ser más solidaria denunciando a quien lo haga, haya causado o no perjuicio, pues la bala disparada al aire, no se sabe nunca adónde va a caer, pero en muchísimos casos siempre encuentra un blanco inocente.
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6