Colombia es un país doloroso. Por más que trate de mostrar su lado bueno, que es inmenso, siempre habrá una sombra que lo tapa. No es exageración esa afirmación.
Exageración son los 220.000 muertos que en los últimos 54 años ha dejado la irracional confrontación en estas tierras. Ese es el recuento que hizo el Grupo de Memoria Histórica, luego de seis años de trabajo en el que documentaron el fenómeno por excelencia en nuestro país: la violencia.
El dramatismo que genera esta cifra tapa cualquier consideración positiva sobre el país. Ni la biodiversidad ni la calidad de su gente ni el potencial de recursos superan el dolor que causa semejante cifra. La violencia generalizada ha sido absurda. Nuestra patria ha sido armada a punta de sangre en una confrontación entre actores bélicos que ha hecho un daño colateral inmenso. Ocho de cada diez muertos han sido civiles y de esos ocho, tres han sido consecuencia del conflicto armado. ¿Inocentes o culpables? No importa, porque a la larga, no se llaman distinto a "víctimas".
Pedir perdón es un mínimo para empezar la reconciliación. Pero en honor a las víctimas, apelar a la memoria es lo más digno, porque adolecemos de memoria, porque somos de momento y olvidamos con facilidad que, como dice el informe, hay "efectos residuales" del conflicto: millones desplazados, cientos de mujeres y niños que a diario se despiertan con el recuerdo de sus cuerpos violados y abusados y cientos de mutilados, entre otros.
Alemania, por ejemplo, recuerda el holocausto nazi como un error histórico y exalta la memoria de las víctimas para que no vuelva a ocurrir nada similar. La historia del holocausto, desde la perspectiva de la memoria, revuelve las tripas y aporrea el alma, pero siempre lleva a una sola conclusión: qué absurdos hemos sido los seres humanos cuando se nos sale el bárbaro bañado de poder que llevamos dentro.
Una explicación del porqué el informe habla de que en Colombia hay "una tendencia latente al pensamiento único".
Es decir, una tendencia a eliminar cualquier posibilidad de pensar distinto. Pensamiento distinto que se traduce en la sevicia paramilitar, en las atrocidades guerrilleras en nombre de la "justicia social", y de los absurdos crímenes de Estado.
No es necesario ir muy lejos para entender que eso no tiene otro nombre más que desidia por la vida. Bien lo dice el testimonio de una mujer del Caribe colombiano, con el cual empieza uno de los capítulos del informe: "La guerra se ha propuesto joderme la vida y no se cansa de hacerlo, estoy harta, ya no tengo 35 años como cuando me desplacé, a veces me pregunto ¿cuál ha sido mi pecado?, ¿cuál ha sido mi error? Yo me he tenido que enfrentar a un Estado y una sociedad podridos, a un sistema macabro en donde sobrevive el que tiene los medios para someter al resto".
Sus palabras son suficientes. No en vano, el informe se llama: ¡Basta ya…
Post script: si quiere sentir un poco su país, así sea con el alma arrugada, dele una leída al informe en mención, que se puede descargar en esta página: http://www.centrodememoriahistorica.gov.co.
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