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Cachivaches en la mitad de Tejelo

12 de mayo de 2009
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Hay que atravesar la mitad del congestionado y apretado mercado de Tejelo, junto al edificio Miguel de Aguinaga, para encontrarse con este reblujo de cachivaches curiosos que cuelgan del techo.

Es un bar. El Marsella. La música de Los Relicarios, las garrafas de aguardiente invertidas y las paredes cubiertas de vidrios lo confirman Yo valgo más que tú porque soy hombre/ Aunque tenga mi traje remendado/ he sabido conservar limpio mi nombre /No importa que me encuentre fracasado, se escucha en cada rincón.

-Antes el techo era de icopor, pero nos obligaron a cambiarlo porque ya estaba muy filtrado por el agua- recordó Hernán Guillermo Berrío, el administrador del negocio.

El techo nuevo es de tablilla. Entonces la gente comenzó a colgar las cosas viejas que le sobraban en la casa: micas, carrieles descosidos, sombreros de pana, un teléfono negro de disco.

"Las cosas más llamativas son las cámaras", dijo Hernán. Hay una Kodak vr35, una Polaroid sx70 y otra Kodak tipo polaroid, esas que sacan las fotos ahí mismo.

-Las cámaras nos la traen los recicladores y nos la dan por cualquier mil pesos. Son cámaras viejas, de rollo, que nadie utiliza.

El gallo
Pero ni las micas, ni los minicomponentes de la década del 70 o un curioso caimán verde hecho en madera son las estrellas del lugar. Colgando sobre la barra hay un gallo de pelea disecado, con calzoncillos del Nacional y un reloj que le sirve de cadena colgando del pescuezo inerte.

-Ese gallo lo trajo alguien y lo compramos porque nos parecía curioso- recordó Hernán.

La autora material de los calzoncillos de Nacional, por cierto grises, es Luz Mary Giraldo, una de las empleadas del bar. Ella lleva trabajando en el Marsella desde los tiempos del icopor.

-Esto estaba lleno de cosas, teléfonos viejos, más micas, carrieles, de todo, pero los de Higiene (Secretaría de Salud), nos hicieron quitarlo -dijo.

Y son ellos mismos los que tienen al borde del exterminio todo este reguero de cosas viejas y simpáticas.

"Ellos aseguran que por razones de seguridad, el techo no puede ser madera ni las cosas que hay dentro del bar. Esa es una exigencia que nos va tocar cumplir, porque queremos seguir trabajando", concluyó Hernán.

El gallo continúa dando vueltas al azar mientras la tarde inunda los bares de Tejelo y el Marsella, poco a poco, se transforma en el bar de los Cachivaches viejos.

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