La fama del café colombiano no es gratuita y, por el contrario, es el resultado de una mezcla de variables, unas naturales y otras del esfuerzo continuado de cientos de miles de campesinos y de las instituciones que los han apoyado. Pero el panorama futuro del café colombiano podría estar nublándose.
Después de un período en que el precio de los cafés arábigos estuvo por encima de dos dólares la libra, este ha caído un 33 por ciento el último año, aunque algunos expertos estiman que al final del año podría recuperarse a causa de bajos inventarios mundiales, de que la cosecha bianual brasilera entraría en 2013 en el ciclo de baja producción y que los efectos del invierno en partes de Centroamérica y especialmente en Colombia, en los años anteriores y los que posiblemente se den este año, no auguran un aumento de la producción.
Pero algunas variables a más largo plazo son las que harían que el beneficioso "sombrío del café" se torne en "oscuridad". La primera se relaciona con la reducción de las zonas aptas para sembrar café arábigo a causa del cambio climático, pues incluso aumentos sutiles de la temperatura están elevando la altura recomendable para la siembra exitosa, empujando el cultivo hacia zonas más altas de montaña, con los problemas logísticos que ello implica, como por ejemplo la imposibilidad de algún tipo de mecanización.
Esta circunstancia y los desiguales períodos de lluvia y florescencia implican una dependencia mayor del trabajo manual para obtener un café de calidad, coincidiendo con tendencias de decrecimiento demográfico y envejecimiento de la población de esas regiones, que hacen que las personas dispuestas a trabajar en la recolección sean más escasas.
Las "chapoleras" del café parece que van a ser incluidas en el escudo nacional de Colombia, que reúne todo lo que ya no tenemos.
Según Keneth Davids , la calidad del café colombiano podría haberse reducido a causa de los nuevos sistemas de despulpado con menor uso de agua, que sin duda es un beneficio ambiental importante, pero que aumentan el riesgo que residuos no retirados provoquen fermentaciones o moho si el secado no es el adecuado.
Pero el asunto más inquietante a largo plazo podría ser algo que me comentó un profesor colega y amigo, economista, pero con el espíritu, el valor o terquedad para dedicarse al negocio del café, acerca del gusto de los consumidores de alto volumen.
El poeta francés Georges Courteline decía que "cambiamos más fácil de religión que de café", pero a causa de los altos precios del café arábigo, los tostadores y mezcladores mundiales de café decidieron reducir la proporción de cafés arábigos para no afectar el costo, y parece ser que los consumidores "no se dieron cuenta".
Esto sí es grave, porque si las papilas gustativas de los consumidores no aprecian la calidad, no estarían dispuestos a seguir pagando un valor adicional por ella y esa sí sería la "roya" definitiva de nuestro café.
Por eso, aunque los cafés especiales no tienen el volumen de demanda que quisiéramos, enfocarse más en ellos no será una opción, sino una obligación.
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