"Hay muchos abrazos de los presidentes, pero el comercio con Venezuela está paralizado desde enero".
Así lo señala el presidente de Fatelares, Juan Rafael Arango Pava, quien tiene sentimientos encontrados: por un lado, lo invade la angustia por la deuda que no le pagan en Venezuela, por 1,5 millones de dólares y por la parálisis de las ventas a este mercado que, además, no reciben el Cert que el gobierno les ha ofrecido a los exportadores para paliar el efecto de la revaluación del peso, que los está acabando.
Y, por otro, está feliz estrenando planta de producción en Itagüí -en parte de las antiguas bodegas de Coltejer-, con la cual se declara listo para enfrentar los retos de la globalización y para responder a la demanda del mercado nacional.
Esta empresa, con 122 años en el mercado, se ha especializado en la producción de ropa de hogar -toallas, cobijas y sobrecamas- y piensa que la producción de sábanas de algodón la podría suplir mediante alianza con Kaltex, el competidor en esta línea que pronto tendrá de vecino.
Solo en la adecuación de la nueva planta (de 23.000 metros cuadrados), que ocupa hace tres meses, se gastó un poco más de 8.000 millones de pesos, sin contar el valor del lote y otras mejoras aún pendientes.
También adelantó una modernización de maquinaria, con la incorporación de telares para toallas, línea que representa el 37 por ciento de las ventas y en la que tiene una capacidad de cinco millones de unidades por año.
"Esto nos permitirá ser más eficientes, con mucha creatividad, dándole valor agregado a los productos y llevando la moda al hogar", dijo Arango Pava.
La empresa tiene 450 empleados, exporta el 14 por ciento de la producción, cuenta con una red propia de 10 almacenes en cinco ciudades , que responden por el 17 por ciento de las ventas. Otro 25 por ciento lo coloca a través de distribuidores, en tanto que las grandes superficies registra el 30 por ciento.
"La planta la trasladamos en un tiempo récord de dos meses, sin afectar la producción y las ventas... Estamos preparados para enfrentar con mucho empuje el futuro", agregó, pero se quejó del efecto de la revaluación, que le impide competir, y de la situación con Venezuela. "Ojalá pudiéramos exportar el 50 por ciento de la producción, pero no con dólar de 1.800 pesos".
Según Arango, para compensar el efecto de la revaluación y asumir los costos de la mano de obra y la energía, entre otros insumos, debe subir precios y eso lo saca del mercado. "Por el contrario, los tenemos que bajar, para que no nos saquen de las estanterías".
Los 383 millones de dólares que les deben en Venezuela a los exportadores locales están debidamente tramitados, es decir, pagados por los clientes al Banco Central de Venezuela hace seis meses, pero los giros no aparecen.
"Eso nos genera un hueco en la caja muy grande y nos tenemos que endeudar, sin necesidad, para no parar la producción", indicó.
Y confió en los buenos oficios del gobierno, con apoyo de Analdex y la Andi, para lograr la agilización de esos pagos. "No pedimos que nos regalen nada, pero sí que nos paguen lo que nos deben".
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