Sin duda, en el campo colombiano hay un problema de crecimiento económico y de desarrollo social. La agricultura crece poco y no cumple a cabalidad con los objetivos que de ella se espera en el proceso de desarrollo. Al compararse con sus pares latinoamericanos, su desempeño deja mucho que desear.
No es posible decir que la política agrícola del país no haya atendido y apoyado el desarrollo del sector. Basta ver que la agricultura colombiana es una de las más altamente protegidas en Latinoamérica, protección que pagamos los consumidores con mayores precios de los alimentos.
Esta protección ha obstaculizado el desarrollo de otras actividades productivas de exportación, las cuales han sido, precisamente, el motor de crecimiento de casos exitosos, como los de Brasil, Perú y Chile.
Adicionalmente, y como lo muestran recientes estudios, el gasto público se ha ido, preferencialmente, hacia los subsidios y los apoyos (que, entre otras cosas, benefician a unos pocos cultivos y actividades de la gran agricultura) y no a la creación de bienes públicos.
De esta forma, en Colombia no se ha tenido una política agrícola activa que cree las condiciones para un desarrollo más dinámico y amplio del sector. Lo que ha prevalecido es una política generadora de rentas que beneficia a unas pocas actividades. Esto ha llevado a tener una agricultura poco productiva y que no genera empleo de forma masiva.
Por su parte, el gasto público rural (con el cual se busca beneficiar a los habitantes del campo) ha sido limitado. Esto ha dado lugar a las amplias brechas de desarrollo que aún subsisten entre los sectores urbanos y los territorios rurales.
Esta discriminación, el bajo crecimiento agrícola y la poca importancia que las políticas y los recursos sectoriales les han otorgado a los cultivos y a las actividades en las que participan los pequeños productores (en cuyas manos reposa buena parte de la producción de alimentos) explican los altos niveles de pobreza rural.
En consecuencia, en los territorios rurales se han creado las condiciones para que los diversos actores sociales manifiesten su descontento y malestar, al tiempo que demanden del Estado una mayor atención.
Sin embargo, a los problemas de los sectores productivos los Gobiernos han respondido (con el beneplácito de los productores y de los gremios del sector) con subsidios y apoyos, y no con instrumentos eficaces de política, como son la infraestructura, la investigación y la información.
De igual manera, a las presiones sociales la respuesta ha consistido en acciones parciales y limitadas en algunas áreas, como la vivienda. Con esto poco se mejora el bienestar de los hogares rurales.
Es claro que el país debe dedicarle más recursos al campo. Pero, contrario a lo que recientemente han venido pidiendo -de manera bastante oportunista- diversos grupos de productores, la respuesta estatal debe enmarcarse en políticas, recursos e instituciones que aseguren la creación eficaz de círculos virtuosos de crecimiento y desarrollo que beneficien a todos los habitantes rurales y a los diversos tipos de productores.
Esto implica entrar a resolver los problemas estructurales del sector, como son el acceso a recursos (la tierra y el crédito) y a activos (infraestructura), la alta protección y el gasto público, y promover una política social amplia que, además de brindarles mejores condiciones de vida a los habitantes del campo, les ayude a la creación de capacidades individuales y colectivas.
El campo necesita inversión del estado para ser competitivo
Por Rafael Hernández
Presidente de la Federación Nacional de Arroceros (Fedearroz)
El futuro del sector agropecuario depende mucho de la inversión que el Gobierno haga en el campo. Son 40 o 50 años de falta de presencia del Estado. Y de ahí surgen todos estos problemas del sector agravados por la firma de los tratados de libre comercio. El problema no es que los haya firmado, sino que no se haya hecho la inversión necesaria para que la agricultura en Colombia sea rentable, porque hay un problema de rentabilidad y de competitividad.
En Colombia el campo tiene muchas posibilidades y hay mucha tierra para sembrar, pero usted no saca nada con tener tierra si no está debidamente adecuada. Se necesita riego, vías, inversión en maquinaria agrícola de última generación, y esto requiere una inversión importante por parte del Estado, pues los empresarios no tienen el apalancamiento financiero suficiente para hacerlo.
Sin la necesaria adecuación de la tierra es imposible incrementar los niveles de productividad. Si el Gobierno mete el sector a competir con los países desarrollados por lo menos lo que debe hacer es protegerlo e invertirle al campo para que seamos competitivos en un tiempo prudencial. Mientras tanto necesitamos ese apoyo que es lo que no ha habido y ahora están anunciando que van a invertir. Vamos a mirar qué es lo que van a hacer.