La calle cerrada, fríjoles en leña, algo de música y varias raquetas de tenis. Sí, el deporte blanco, en Campo Valdés, se convirtió en tradición para despedir el año.
En medio de las colinas de Campo Valdés, cerquitica del barrio Miranda, una red se expone como si fuera cancha de futbolito. A cada lado un par de gomosos que, con raqueta de madera, llevan al deporte blanco al asfalto gris.
"Es una tradición que tenemos hace varios años. Es un barrio donde yo crecí, y de donde han salido muchos recogebolas y algunos profesores. Por eso todos terminamos jugando en la calle", explica Juan Buitrago, la cabeza del club de tenis El Bosque, quien es el que lleva el tenis de campo a una cuadra de uno de los barrios más populosos de Medellín.
Nada del glamour de Roland Garros o de la tradición de Wimbledon. Esta vez, el deporte que algunos llaman de élite está en su etapa más pura, en la callejera.
Las raquetas de nylon son reemplazadas por unas de madera, especialmente hechas por el ebanista Wilber Buitrago, "para que no mandemos la pelota lejos". La cancha está delimitada por pintura blanca, ya casi translucida, y los jugadores salen de todas las casas de los barrios aledaños. O de otros ni cercanos.
Choco llegó desde Guayabal, porque un amigo del colegio lo invitó. "Vine a jugar por invitación del gordito que ve allá, con el que juego fútbol y ahora tenis.
Él siempre juega, y algunas veces yo agarro una raqueta, pero es la primera de madera", dice Camilo Cano, uno de los novatos que se acercó en la tarde decembrina a la carrera 50 con la calle 83, abajito del Colegio Alvernia, donde la gente de El Bosque viene montando su cancha improvisada desde hace años.
Para Roy Zapata fue la segunda vez. Vive en Copacabana, pero hace parte del club que tiene su sede en el Parque Juanes de la Paz. "La primera me trataron tan bien y pasé tan bueno, que siempre voy a querer repetir. Te sientes como en la casa, además que hacemos deporte un rato de una manera distinta", explica Roy, uno de los pocos con pinta de tenista. Los demás, los del barrio, parecían dispuestos a un picao de solteros y casados.
Juan, su cabeza, es del barrio. Es más, su mamá y varios de sus familiares le ayudaron a montar la cancha, y de una vez una frijolada que sirvió de remate. De esa manera, Juan Buitrago trata de devolverle a su barrio algo de lo que le entregó, y que ahora lo tiene como uno de los impulsores más fuertes del tenis en Antioquia.
"Muchos pelaos han salido de acá para caddie, y pueden ser jugadores o jueces. Una manera diferente de vivir el tenis".
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6
