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CAPOTE A LA INDOLENCIA

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02 de junio de 2012
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Bogotá tiene hoy dos caminos: quedarse sin corridas, o con espectáculos en los que no muera el toro, que para los aficionados sería como si les ofrecieran arroz con pollo, pero sin pollo.

En esta ciudad, capital del país históricamente más violento de América, cuya historia suma un poco más de cinco siglos de ferocidad sin interrupción? O bueno, sí hubo una de 27 años -1903 a 1930- en la cual cesaron en forma parcial las matanzas, los descuartizamientos, lo que llamaron cortes de franela, el sacrificio de madres embarazadas a quienes les abrían el vientre y les extraían el feto para luego ensartarlo en un palo, el actual alcalde Gustavo Petro se ha pronunciado en contra de la violencia con los animales.

Esta crónica fue escrita el viernes, cuando las primeras páginas de los diarios registraban el sepelio de Rosa Elvira Cely , violada en un parque, a la que luego los bandidos atravesaron con una estaca, y esos mismos medios pedían castigo para la ola de agresiones con ácidos que han desfigurado los rostros de más de una decena de mujeres en lo que va corrido del año, y el lunes pasado el de un niño en su propio colegio.

En tanto, aquí, en la Atenas Suramericana, el alcalde Petro le ha comunicado a la empresa que regenta la plaza de Santamaría, que de acuerdo con el Contrato de Mandato vigente con el Distrito, hará cumplir una sentencia de la Corte Constitucional, según la cual no puede haber actos de crueldad contra los animales.

La reunión de los empresarios taurinos en la Alcaldía, el viernes, contrastaba con la imagen de una multitud de pañuelos blancos en todos los medios, pidiendo justicia frente a la atrocidad cometida contra la señora Cely.

Pero aquí lo importante ahora es que, según el contrato de la Santamaría, el alcalde es mandante , y por tanto les puede insinuar, solicitar, pedir... ¡mandar! a los mandatarios, que son los empresarios taurinos, que se adapten a lo que ordena la Corte y por tanto los toros no serán picados, o banderilleados, o sencillamente estoqueados. De lo contrario, adiós corridas.

Por su parte los empresarios le han entregado al alcalde el concepto de un conocido jurista, según el cual aquella insinuación, solicitud, pedido ¡mandato! tiene que venir del Senado de la República.

No obstante, de acuerdo con la interpretación de Petro frente a su decisión, "no cabe demanda en derecho" y, por tanto, no habría consecuencias.

Sin embargo, en medios jurídicos se cree que la prohibición de la lidia de toros en Bogotá, tal como se ha venido realizando en los dos últimos siglos, invariablemente acarrearía una demanda gigantesca en términos económicos, que, desde luego, no pagaría el Alcalde.

En cuanto a este punto, Petro asegura, por el contrario, que en el campo jurídico no habrá lugar a una sentencia económica contra el Distrito. Sin embargo, dice que el precio de su determinación será el que "en el campo político me van a hacer sentir el poder de la institución? Es que, desde antes de posesionarme, ya me empezaban a amenazar con la destitución y la cárcel, y, hombre, entre los taurinos está la gente más poderosa del país".

Primer aviso.

Según un protocolo, en la Santamaría hay un palco amplio y visible para el Alcalde de Bogotá que realmente no muchas veces ocupan los burgomaestres.

No obstante, los días de corrida permanece abierto y es ocupado por gente de la Alcaldía o por invitados, pero este año, el primer aviso de Petro fue, no solo que no asistiría a las corridas -no es su obligación- sino que ordenó cerrar de par en par las ventanas de aquel palco, y eso fue recibido por los aficionados que abarrotaron la plaza tarde a tarde, como una agresión o por lo menos como un desafío a una afición de dos siglos.

Reacción lógica: broncas sonoras, como dicen los cronistas especializados, en cada intervalo, pidiendo toros sí, Petro no.

Un ejemplo del arraigo taurino en el país pueden ser, por ejemplo, las corralejas de Sincelejo, anteriormente Montería,

Las Flores, Bolívar, donde el último día la gente quemaba parte de los palcos y en el centro bailaba fandango hasta las horas de la madrugada. Según las pocas referencias existentes, las corralejas nacieron como una réplica de los Sanfermines de Pamplona, promovida por un inmigrante navarro a finales de 1800.

En cuanto a Bogotá, la tradición taurina es amplia. Los registros conocidos en cuanto a corridas dan cuenta de su presencia en los primeros años de 1800. Luego, a comienzos del siglo pasado, se levantó una plaza de madera, el Circo de San Diego, que fue reemplazada más tarde por el Nuevo Circo de San Diego y finalmente por la Plaza de Santamaría, inaugurada el 8 de febrero de 1931.

Estas son las referencias más recientes de la cultura taurina en Colombia, tomando la palabra cultura como las costumbres que se heredan de generación en generación.

Otra cara de la fiesta brava es la crianza del toro de lidia. En Colombia existen hoy cien ganaderías. Sólo en Bogotá fueron lidiados toros de treinta hierros (marca que distingue a cada criadero) entre 2000 y 2012.

La cara contraria son los defensores de los animales que desfilan en grupos vociferantes antes de la celebración de cada corrida, que, desde luego, tienen razones para protestar por la crueldad contra los toros.

Pero más allá hay una ciudad de unos ocho millones en la que nadie protesta, nadie se moviliza, nadie exige una acción concreta frente a la crueldad contra los seres humanos como en el caso de las señoras y los niños de colegios que son desfigurados por los ácidos.

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