Su voz es suave y pausada, y su fútbol punzante y efectivo. Tiene 23 años (25 de julio de 1990) y, como todos los colombianos, está sorprendido por el llamado del argentino José Pekerman.
Y no es que Carlos Mario Carbonero Mancilla, de 1,78 metros de estatura y 82 kilos de peso, dude de sus capacidades técnicas, pues confesó que sin haber tenido ninguna convocatoria en el actual proceso, esperaba que ante la intempestiva lesión de Aldo Leao Ramírez el llamado fuera para otro colega más cercano al seleccionador argentino.
Pero él fue el elegido. La noticia sorprendió a este bogotano en casa, mientras se alistaba para vivir el Mundial de Brasil-2014 por televisión y no en directo y en compañía de 22 privilegiados más que representan al país. "Al que le van a dar le guardan", dijo ayer en la rueda de prensa ayer, antes de su primera práctica con el equipos.
Carbonero solo había vestido una vez la camiseta de Colombia con el equipo de mayores. En 2011, en un amistoso que Colombia le ganó por 2-0 a Ecuador en España. El llamado se lo hizo el entonces entrenador nacional, Hernán Darío Gómez, quien lo define como un jugador "muy completo, de gran técnica". Y agrega que es como Juan Guillermo Cuadrado y Víctor Ibarbo, "no tan rápido como ellos, pero igual de funcional".
Carlos Mario, el morocho que se formó como jugador aficionado en los equipos bogotanos Juventud Capitalina, Caterpillar Motor, Compensar y Academia, tuvo su primer contacto con la Primera División con el Huila en 2010. Luego pasó al Once Caldas, donde se mostró en la Copa Libertadores de 2011, hasta dar el salto a Argentina a Estudiantes de la Plata, que lo cedió al Arsenal de Sarandí, elenco que contó con su aporte para salir campeón en 2012.
Pero fueron sus goles que marcó con el campeón River Plate los que le mostraron al técnico Pekerman que ese morocho alto y habilidoso podría, en algún momento, resolverle problemas en la Selección de Colombia. Y se acordó de este jugador, que siempre tuvo la fe del carbonero, a las puertas del Mundial.
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