"¿Dónde me quedo, quién hará mis planes de trabajo, quién será mi entrenador, qué respaldo económico tendré, voy a estar solo o acompañado, cómo utilizar una pista en un país extraño, a qué competencias puedo ir, cómo serán las concentraciones...?
Estas y otras son las preguntas que se hace hoy Pedro Causil en Milwaukee, donde, unas semanas atrás, comenzó algo que puede ser el inicio de una nueva vida: incursionar en el patinaje de hielo. Pero igual, lo hace mirando al futuro: "sería una maravilla llegar a ser el primer colombiano en estar en unos Juegos Olímpicos en patinaje". Ese, quizás, es el motor que lo impulsa.
Sin embargo, y apenas es normal, Pedro no parece estar seguro del todo, aunque sí se declara contento entrenando en el hielo al lado de Julián Rivera, su amigo, y quien le empieza a mostrar el camino y lo que es esta modalidad del patinaje.
"Hay muchas situaciones externas que hay que analizar a la hora de tomar una decisión semejante. Factores económicos, apoyo, condiciones, no tengo la residencia americana, etc. Todo esto, además, implica un gran cambio y empezar, prácticamente, de cero, con un proyecto concreto, inicialmente, a cuatro años, porque no es solo decir sí me voy a dedicar a esto y listo", expresa con gran claridad y justa razón.
Hoy ese proyecto, como directriz del deporte y de Estado, no existe así, algún día, se haya pensado en montarlo.
Por lo pronto, Causil hace un alto en el camino. Dejó los patines de ruedas; ahora monta en las sonoras cuchillas que rasgan las pistas de hielo y causan admiración entre los aficionados. Dice que su ida a Estados Unidos la toma buscando despejarse del estrés que le ha dejado un año cargado de mucha competencia y obligaciones. Pero, a la vez, con expectativas altas.
Y es un torbellino de pensamientos. "Estoy dispuesto a sacrificarlo todo en mi vida. La intención está ahí, hay que tomarla con cabeza fría. Quiero incursionar en el hielo, porque ir a unos Juegos Olímpicos es una motivación superior, después de estar en muchos campeonatos mundiales y ser exitoso. Y ello solo se da con un buen proyecto, sino para qué ponerse uno a inventar".
En el frío que carcome los huesos, el Killer -como lo llaman- masculla, una y otra vez, estos interrogantes. Una temperatura de menos 9 grados centígrados de día y cerca de menos 15 grados centígrados de noche, los pronósticos de temperatura estos días en Milwaukee, lo ponen nostálgico, pero igual es un tipo que no da el brazo a torcer tan fácil.
"Estoy contento, esto es un nuevo aire en mi carrera, he mejorado mucho, se ha aprendido bastante y estar con Julián hace más llevadera la situación".
Y sabe bien que el cambio es total. "Estamos acostumbrados a estar y a ver gente en las calles; aquí no, todos andan en lo de cada quien, en sus casas a causa del frío, en sus trabajos. Y eso no es un problema para mí, porque me sé acomodar rápido a las situaciones. Que se extrañan algunas cosas, sí, pero igual se conocen otras que te brindan satisfacciones".
Por lo pronto, disfruta del ambiente, del spinning que hace todos los días para remplazar su trabajo en bicicleta -porque no puede salir a la carretera como quisiera-, de la pista de hielo en la que comienza a dominar la técnica de las cuchillas y a seguir soñando -sin hacerse falsas expectativas, como él lo dice- en que en cuatro años pueda ser el primer patinador colombiano en los Juegos de Invierno en Corea del Sur, donde ya sabe lo que es ganar títulos mundiales.
“No soy entrenador, no quiero serlo, ni tengo título de entrenador; pero sí mucha experiencia en el patinaje”.
Y con esta retahíla, a modo de carta de presentación, comenzó la historia de Julián Rivera -el Chipote- en su intento por convencer al padre de Darian O’Neil -una patinadora estadounidense a quien ya entrena hace tres años-, de que le permitiera hacer camino en el patinaje de hielo y él, a cambio, le intentaba forjar una gran patinadora. “Dios te pone cosas en el camino”. Y así fue como este antioqueño que fue varias veces selección Colombia se convirtió en entrenador, pero a la vez en preparador físico, psicólogo, nutricionista, compañero y hasta confidente.
Julián se fue de Medellín buscando olvidar el golpe más duro de su vida -el asesinato de su madre, Gloria Mendoza- y con el apoyo de su padre -Rodrigo- ancló en Estados Unidos. Primero en Tampa, donde hizo patinaje normal y hoy en Milwaukee, donde abre el camino de un sueño: representar a Colombia en los próximos Juegos Olímpicos de Invierno en Pyeongchang, Corea del Sur, en 2018.
“Quiero entrenar y con objetivos y ser deportista y a la vez entrenador”. Y las cosas se le dieron, gracias al respaldo del papá de Darian, quien le puso la meta de hacer de ella una patinadora de gran nivel. Ya ha ido a dos mundiales, ha integrado el equipo de Estados Unidos y se ha entrenado, al lado de los mejores del mundo: los colombianos.
“Meterse en esto es cambiar todo, de tajo. Desde las costumbres, el clima, la comida, la vestimenta y hasta el mismo deporte, porque el patinaje de hielo es muy diferente al de línea”, reconoce el Chipote, hoy de 28 años de edad y quien se llevó a Estados Unidos sus mejores recuerdos y una experiencia grande que ahora espera le sirva para convertirse en un patinador de hielo, siendo él -por lo pronto- su propio entrenador.
Pero la adaptación a la nueva vida deportiva no es fácil. “Hay muchas diferencias entre el hielo y el patinaje en línea, en especial en la parte técnica”, analiza. “Diferencias de ritmo y compás, básicamente. El patín, obvio, es distinto, aquí se utiliza la bota de cuchilla. El apoyo del pie es distinto; si estás haciendo mal un giro o una recta, la cuchilla suena, es como una alarma que te previene de una posible caída. El braceo también tiene su cuento, porque aquí hay que ahorrar energía corporal. La posición del cuerpo es algo distinta, y juega un papel preponderante la cadera, un poco más hacia adelante. Y es una modalidad en la que, si no se tiene concentración y firmeza en el ritmo, se tiende a perder con facilidad el equilibrio. En definitiva, aquí moverse rápido no es sinónimo de velocidad”.
Una de las grandes diferencias es el trabajo previo, el calentamiento. “Calentar 20 o más minutos como hacemos en Colombia o en otras partes del mundo cuando de patinaje en línea se trata, es imposible en el hielo. Las piernas se mueren, te engarrotás con facilidad. Entonces, hay que hacer rodillo, trote y unos cinco kilómetros de vueltas a la pista, mucho abrigo igual”.
Y quizás, navegando un poco en el futuro, Julián podría ser el elemento diferenciador, una especie de hombre de avanzada, para que Colombia participe en las olimpiadas de invierno, después de algunos intentos fallidos, como el de la también antioqueña Jennifer Caicedo.
Por lo pronto ya le echó el cuento a uno de los mejores patinadores colombianos del momento, múltiple campeón mundial y rey de la velocidad: el Killer Pedro Causil.