Es fácil ubicar a Fabio Gómez. Solo hay que llegar al cuarto útil de su edificio, en El Poblado, un pequeño espacio donde se apiñan circuitería, cables, herramientas y una que otra fotografía con la que arma su última invención.
Por ahora, es un maniquí al que vistió como el "soldado del futuro", lo llamó Centella y lo armó con casi 30 motores con el fin de poderlo controlar de forma remota.
Centella habla como un robot, responde a sus órdenes y camina suspendido sobre un soporte de cuatro ruedas, sobre el que se desplaza "solo".
Unas luces en múltiples direcciones lo acompañan y si él quiere le puede poner tres cabezas, que en un futuro cercano se parecerán a las de Terminator , Angelina Jolie y Beckham, precisa a cada rato este hombre menudo, pelirrojo, quien repite que se ha forjado solo en la vida.
En el lugar del ojo, en una de estas cabezas; o en la frente, en el otro caso, va una cámara que puede captar a los impávidos testigos que miran una creación que salió de las manos de un "empírico" como se denomina Fabio, a quien le gusta desafiar las leyes de la tecnología, esas que no estudió, pero que ha aprendido a punta de "quemarse las manos".
De pronto se pone sus gafas y ajusta un cable para que las mandíbulas puedan moverse cuando hablan. Todos los días le incluye una nueva característica. Y aunque no revela su particular manera de lograrlo, la idea es hacerlo con su propio método de tanteo y error.
El mismo que heredó de su padre, un radiotécnico de la vieja escuela, con el que aprendió a soldar y a desbaratar cuanto aparato electrónico aparece para ver cómo funciona.
Un hábito que continúa, ahora cuando le compra juguetes o dispositivos a Jerónimo, su pequeño hijo de dos años. De allí y de todos lados, incluso de los elevavidrios de sus carros o de su hobby como aeromodelista, saca motores, tarjetas gráficas, discos duros y pequeños elementos; todo le sirve para construir este modelo a control remoto.
Y es que a partir de crear muchos cortos ha ido perfeccionando a Centella, como lo hizo con el "auto fantástico", un auto modificado que funciona con hidrógeno líquido -cuya fórmula él desarrolló, dice- con el que se ha dado a conocer hasta en otros países, afirma.
Porque a Fabio le gusta compartir lo que hace. A veces monta a Centella en su moto y llama a la Policía para que lo escolte. Entonces va a una feria donde lo invitan o a un colegio para dar una charla; o quizás se planta en pleno Barrio Triste para dar su mensaje.
Su obsesión por esta especie de "seres autónomos" viene de lo que ha leído y visto en películas. Dice que en un futuro viviremos con ellos y por ello habrá que hacerlos más "humanizados".
Por eso Centella no es un guerrero, sino que es una suerte de mensajero. En vez de tener cohetes para echar bala, tiene frases al estilo: "les aconsejo que no conduzcan vehículos consumiendo licor"; o "Señores Policías, les agradezco la labor que están haciendo".
Y genera simpatía e incredulidad. Lo mismo que despierta su actitud persistente, que le ha ayudado a no rendirse para materializar lo que le ronda por la cabeza.
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