En un interesante artículo, Alfonso Gutiérrez Millán se refiere al nacimiento de los conceptos de centro, derecha e izquierda, cuando se trata de posiciones ideológicas sobre la manera de visualizar y ejecutar las prácticas políticas. Ello tuvo su origen en 1789, durante la Asamblea Nacional Constituyente, en albores de la República Francesa.
Narra Gutiérrez Millán que en esa ocasión, a la derecha de la presidencia de la Asamblea se situaron los tradicionalistas partidarios de mantener las prerrogativas del poder real y de permitir limitado cambio social. En el centro (al frente) quienes abogaban por reformas políticas sin violencia social. A la izquierda quienes proponían cambios estructurales y profundos.
El autor se apoya en tal conceptualización, hoy considerada como una reducción de la complejidad de las categorías políticas, para opinar sobre nuestra realidad y califica al Partido Conservador como representante de la "derecha moderada", debido fundamentalmente a su apoyo a las reformas acordadas en la Constitución de 1991. Al Liberalismo lo define como un partido de centro y a la izquierda la ve representada en el partido Comunista, la Unión Patriótica y el Polo Democrático. Su inquietud principal se centra en la nueva corriente denominada "Centro Democrático" y sostiene que tal denominación no coincide con la clasificación antes definida como centro sino, más cercanamente, con la extrema derecha.
El traslado de la referencia histórica a la coyuntura nacional para formular opiniones personales sobre el ideario de los principales partidos políticos genera en mí algunos interrogantes. Por ejemplo, la razón para dejar por fuera a partidos políticos como el de la "U", como si vaticinara su colapso, y la cuestionable objetividad al formular tan duros adjetivos al movimiento naciente en cabeza del expresidente Uribe. Le cabe el mérito de contribuir al análisis político del momento actual sobre aspectos tan importantes como lo son las conversaciones de La Habana, el litigio con Nicaragua, las protestas populares y los ya cercanos debates electorales.
La lectura de tal artículo me indujo a recordar las palabras del Papa Francisco, cuando expresó hace unas semanas que entre la indiferencia egoísta y la protesta violenta hay una opción posible y valedera: el diálogo. El diálogo constructivo que debe llevar a la concertación realizable, justa, digna y comprometida. Digo ello porque la concertación no debe terminar en la firma de documentos para superar la coyuntura, sino en la realización de los aspectos acordados en beneficio de la sociedad colombiana en su conjunto.
En un escenario donde los programas de los partidos políticos han perdido contenido, convocatoria e influencia, me acojo a aquella frase de que no podemos construir un país diferente con gente indiferente. La calidad de ciudadanos nos obliga a informarnos, mediante la consulta de fuentes diversas y creíbles, sobre los hechos principales que articulan el poder, los intereses que debemos proteger y la real posición de los líderes políticos sobre cada uno de ellos.
La investigación, el análisis y la valoración de los diferentes argumentos y posiciones conceptuales deben ser nuestras tareas previas a la adopción de una posición política ética e ilustrada al centro, a la derecha o a la izquierda en el abanico de propuestas sobre la correcta solución de los problemas que hoy nos aquejan.
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