"Yo, débil y poco virtuoso, he ofendido al Cielo; los rebeldes han capturado la capital porque mis ministros me han engañado. Muero avergonzado de encontrarme con mis antepasados". Chongzhen, último emperador de la dinastía Ming.
La cita con que inicio esta columna, y que esperamos no sea usada por algún presidente de Colombia, fue encontrada el 25 de abril de 1644 entre las ropas de Chongzhen, decimosexto emperador de la dinastía Ming, luego de ahorcarse y haberle ordenado lo mismo a la familia real, salvo a dos de sus hijos a quienes ayudó a escapar de la invasión manchú que desde el norte se había fortalecido por las sublevaciones populares campesinas, avivadas por la hambruna, el desempleo y la corrupción de la administración pública. La situación actual de China no presenta la misma magnitud ni exactamente los mismos problemas que llevaron al fin de la dinastía Ming, ni tampoco la dirigencia del Partido Comunista Chino (PCCh) sufre de la ambivalencia y falta de serenidad del emperador Chongzhen, aunque de su paranoia no estoy tan seguro.
Sin embargo, como en otra columna mencioné hace unos meses, las señales preocupantes de China, las pocas que un sistema cerrado y de control de información permite recibir, no deberían ser opacadas por el deslumbrante crecimiento económico del Imperio del Medio, sin estar sugiriendo un derrumbamiento ni masivo ni tampoco cercano.
Nadie duda del auge y el peso que tiene y tendrá China en la economía y en la capacidad productiva en el ámbito mundial, pero desestimar los factores adversos que empiezan a manifestarse en el modelo iniciado por Den Xiaoping, exitoso en su primera fase, puede ser riesgoso.
¿Hasta cuándo puede el modelo chino seguir garantizando crecimiento sustentado en la posibilidad de contar con crédito barato ofrecido por el gobierno, materias primas y mano de obra barata? ¿Hasta cuándo puede resistir un modelo que privilegia la generación de empleo a costa de la tasa de retorno sin producir un riesgo sistémico financiero? ¿Cómo pensar que el decaimiento de la demanda externa mundial, a causa de la más reciente crisis económica, no va a afectar significativamente a un modelo que se debe a ella misma y que si todo sale bien, se recuperaría muy lentamente? ¿Cómo subestimar el efecto del envejecimiento de su población y del crecimiento de la inflación en China que afecta a todos, pero especialmente a los más pobres y que posiblemente siga aumentando en los próximos meses? No son pocos los expertos en China, ni desde hace pocos días, que mencionan la probabilidad creciente de una burbuja inmobiliaria y hasta de un recalentamiento de su economía.
Además de unas fuerzas militares que vienen ganando poder y no querrán perderlo, todo se mueve en un ámbito político interno enmarcado en la transición a la quinta generación de líderes del partido que se dará el año entrante, simultáneamente con un intento que ha iniciado Hu Jintao de transformar, sin perder el control, el modelo económico que permita en 10 años reducir la exposición al mercado externo, aumentando la participación del consumo interno, pero que por ahora no ofrece resultados visibles y que de fallar, provocaría altos niveles de desempleo y tensiones sociales que afectarían al PCCh. Partido que se siente amenazado por las "influencias negativas del mundo exterior en la población" y cuya legitimidad no descansa hoy en lo político-ideológico sino en la garantía del empleo y en la economía, condición contraria a las creencias y a cierta nostalgia maoísta de los llamados "Principitos", que esperan tener un papel importante en la próxima generación de líderes del partido.
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