Llegar al Chocó es arribar a la tierra de los contrastes. Es presenciar de cerca la maravilla de la biodiversidad y la miseria de los niños que caminan descalzos entre charcos, beben agua podrida y no tienen qué comer.
Al adentrarse sobre la geografía chocoana es fácil descubrir por qué esa selva tupida e impenetrable en muchos casos es el pulmón de una Colombia que le ha dado la espalda. Solo basta recorrer sus pueblos, ríos y caminos para comprender la grandeza de una tierra que vive, vibra y reclama una mano de la Nación.
Es cierto que el histórico desmadre administrativo de muchos de sus gobernantes también es causa del atraso de la región, pero con lamentos no se construye progreso ni se saca adelante a un departamento que busca dejar, de una vez por todas, ese lastre de olvido de siglos.
La realidad de Quibdó, su capital, impacta. Su atraso en materia vial, de servicios públicos y su nula vida empresarial hacen que el irse de allí se convierta, en muchos casos, en la única alternativa de progreso.
En el casco urbano municipal es fácil ver una millonaria camioneta 4 x 4 que pasa rauda con música a todo volumen y también presenciar como las matronas del barrio Kennedy tienen que cruzar un muro de contención para ir por un poco de líquido para bañar a sus hijos y nietos con agua retenida del Atrato.
También es fácil ver cómo las discotecas braman en las noches llenas de visitantes mientras en Quibdó la cobertura de acueducto es del 33 por ciento y el alcantarillado llega al 17 por ciento y no existe un solo proyecto de vivienda de interés social.
Es un pueblo de contrastes. El pasado jueves un paro cívico departamental y la posterior negociación con el Gobierno Nacional dejó la promesa del Estado de pavimentar las dos vías de comunicación con el interior. Clamor histórico de sus habitantes.
Las alternativas parecen asomarse. Basta mirar la sonrisa de los pequeños que corren detrás de llantas con las que juegan por caminos destapados. Solo hay que observar a miles de chocoanos que se sacuden de ese olvido y los malos manejos políticos para buscar un mejor porvenir para los suyos.
EL COLOMBIANO, comprometido como siempre con la región, publica un especial sobre los altos y bajos del Chocó. Sobre los logros y las decepciones. Sobre la esperanza y las ganas de vivir. Un producto del que hacen parte tres editores y seis periodistas, dos de ellos enviados especiales, y un reportero gráfico, para contarles a nuestros lectores qué es lo que pasa, qué es lo que falta, qué hay y cómo vive la tierra de los contrastes. El exuberante Chocó.
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