Juan David Osorio y Alejandro Díaz tienen doce y once años, edades en las que aún se conoce muy poco la ciudad. ¡Claro!, para los demás, pues para ellos es todo lo contrario: si de algo saben estos dos muchachitos es sobre Medellín.
"Allá quedaaaa, ¿cómo es que se llama?... el Pueblito Paisa, encima del morro, y allí abajo el edificio del Nacional, allá hay un escudo grande del equipo...", explica Juan David, que encaramado en la montaña del barrio La Milagrosa, a tres pasos de su casa, observa desde lo alto.
En este lugar, los niños juguetean en las mangas y se mecen en columpios, pero sacan tiempo para aprender con sus padres de la geografía más local, la de su ciudad.
"Mi papá, cuando nos lleva a alguna parte, después viene y nos muestra donde fuimos, a nosotros nos gusta", narra Alejandro, que no tiene problema en subirse a su cicla y correr por las mangas del cerro.
Desde allí, uno siente que la ciudad es un arco o una medialuna en la que todavía abunda el verde.
Los niños de esta zona saben ubicar el aeropuerto Olaya Herrera, reconocen el Edificio Inteligente y aunque no lo llaman por su nombre, dicen saber que tres edificios blancos que se ven a lo lejos corresponden al complejo de La Alpujarra.
"Esos otros dos que se ven allí son los de un banco, ¿cómo es que se llama?... ¡ah! sí, de Colombia", repite Alejandro.
En veinte años, el paisaje que se extenderá a sus miradas tal vez no sea el mismo. Pero su visual nadie se las robará. Desde La Milagrosa, un milagro más grande les llena el corazón de emociones: Medellín, esta ciudad de fantasía.
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6
