Ucrania está en medio de una violenta crisis política. Decenas de personas murieron esta semana y cientos más fueron heridos en enfrentamientos entre manifestantes y policías en Kiev, la capital. La violencia letal se ha ido regando por el resto del país.
Lo que empezó en noviembre como una serie de protestas pacíficas en favor de lazos más estrechos con la Unión Europea y mayor autonomía de la influencia de Rusia ha escalado hasta convertirse en una conflagración.
Para salvar a Ucrania, tanto el gobierno como la oposición deben tomar la difícil pero necesaria decisión de comprometer y reconciliar. De inmediato, los líderes europeos deberían programar diálogos con el presidente ruso Vladimir Putin y sus altos oficiales para encontrar una solución temporal que le ponga fin al derramamiento de sangre y un plan a largo plazo que les permita a los ucranianos decidir su destino político de manera pacífica y democrática.
Pero el occidente tiene que dejarle claro a Moscú que Ucrania, un puente entre el este y el oeste, no debe ser el objeto de juegos geopolíticos. Los líderes europeos deben retirar sus amenazas de sanciones contra Ucrania y su asediado presidente, Víktor F. Yanukóvich, lo que sólo prolongaría el sufrimiento del pueblo ucraniano. Pero la interferencia rusa en los asuntos internos de Ucrania no puede tolerarse.
Hace apenas unas semanas, hubo señales de progreso en Ucrania, con ofertas de concesiones para manifestantes por parte del gobierno mientras trabajaba por restaurar el orden. El gobierno de Yanukóvich aprobó una ley de amnistía, dejó en libertad a manifestantes e introdujo legislación para enmendar la Constitución y dar mayor peso al Parlamento. Los protestantes empezaron a evacuar los edificios oficiales, y el país parecía estar dando un paso atrás del borde del precipicio.
Pero ahora las protestas han dado una vuelta nueva y peligrosa. Deshaciendo el progreso previo, los agentes radicales empezaron a atacar a la policía, prender fuegos, tomarse edificios y crear un ambiente de destrucción. Pero restaurar la paz también requerirá de moderación por parte del gobierno de Yanukóvich, que debe estar preparado para dimitir una vez se restaure el orden para que el país pueda empezar a sanar. El mes pasado ofreció los puesto de primer ministro y viceprimer ministro a líderes de la oposición, quienes rechazaron la oferta y exigieron nuevas elecciones presidenciales. El miércoles, el presidente despidió al jefe de las fuerzas armadas, Rusia se refirió a la violencia como un "intento de golpe", y líderes de la Unión Europea se prepararon para reunirse en Bruselas y discutir posibles sanciones.
Yanukóvich debe extender una rama de olivo, y la oposición tiene que tratar de encontrarse con él a mediocamino, para que se pueda formar un nuevo gobierno bipartidista que restaure el orden y maneje la emproblemada economía del país. Luego los protestantes deben retirar sus bloqueos e irse a casa.
Como presidente de la Comisión Europea hace una década, supervisé el más inmenso engrandecimiento de la Unión Europea en la historia, con la inclusión de varios miembros del bloque oriental. Europa necesita a Ucrania como puente hacia Rusia ahora más que nunca. Ucrania, este frágil y vital puente, está en peligro de derrumbarse. Amenazar con sanciones, aceptar a los extremistas violentos en las calles e ignorar los problemas financieros de Ucrania, como parecen estarlo haciendo algunos líderes europeos, sería acelerar la destrucción del puente. En cambio lo debemos estar apoyando y reparando.
Europa no debe aceptar la interferencia por parte de Rusia en los asunto de Ucrania, pero tampoco se puede quedar quieta mientras la crisis en Kiev se propaga. La Unión Europea debe volver a involucrar a Putin y dejar claro que todas las partes tienen todo para perder, y nada para ganar con más violencia.
* Exprimer ministro de Italia, expresidente de la Comisión Europea y enviado especial de Naciones Unidas para la región del Sahel en África.
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