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Con gripa o agripados

05 de junio de 2009
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A propósito de la tal gripa o influenza porcina, o del virus AH1N1, que según informaciones recientes, ya está presente en Medellín y que sigue siendo motivo de preocupación en todo el mundo, y sin querer pensar siquiera en que las industrias farmacéuticas por razones económicas tengan cartas en el asunto, creo que la mayoría de las recomendaciones que nos han hecho las entidades de salud para prevenir su contagio, deberían volverse prácticas obligatorias para evitar también las enfermedades de tipo respiratorio que habitualmente padecemos.

Ese mal que casi a todos nos aqueja una o dos veces por año, generalmente cuando aparece el invierno y que hasta hace unos días llamábamos gripa, no gripe como le dicen ahora, se nos pega (también hemos dicho así siempre), la mayoría de las veces por no cumplir con unas normas muy elementales de higiene o de comportamiento. En todos los lugares que frecuentamos diariamente: supermercados, oficinas, iglesias, teatros, universidades, etc. siempre hay alguien agripado, que sin el menor asomo de vergüenza, estornuda o tose sin hacer uso de un pañuelo o cosa parecida.

Es tan común entre nosotros este comportamiento que, ayer nada más, me tocó en una oficina de servicios públicos un señor que con toda la tranquilidad y sin que las demás personas que se encontraban en la sala de espera manifestaran la más mínima incomodidad, hizo de manera estruendosa todos los ruidos característicos de una gripa monumental.

No me explico cómo, después de todo lo que nos están informando por los medios de comunicación, haya quien sea capaz de presentarse en un lugar público en esas condiciones, ni tampoco me explico la pasividad de todos los que allí se encontraban y que se quedaron para compartir microbios. Yo, obviamente, salí despavorida.

No tengo idea de cuántas personas de las allí presentes resultarán contagiadas por el individuo en mención. De pronto, sólo unas pocas o ninguna. De todas maneras, este hecho me dejó pensando que, si por casualidad el señor agripado fuese una de esas personas que por razones de su trabajo se desplaza en un mismo día por toda la ciudad visitando bancos y oficinas, y si se le pudiese hacer un seguimiento, sabríamos con qué facilidad e irresponsabilidad se riega una enfermedad contagiosa.

Ahora bien, si el caso anterior es reprochable, incluso, tratándose de alguien que está en cumplimiento de su trabajo, qué decir, entonces, cuando es en una reunión social que nos encontramos al amigo o conocido, quien luego de saludarnos de beso y de darnos un tremendo abrazo, nos dice con una voz ronca y un acento nasal inconfundibles:

-Yo vine de bilagro, pues tengo una gripa que be está batando.

Y, acto seguido, tose un par de veces para que no nos quede la menor duda de que se encuentra muy mal.

A raíz de esta epidemia, una de las lecciones que nos debe quedar es que tenemos que aprender a comportarnos cuando padecemos enfermedades de tipo contagioso.

Cuando tengamos gripa (así se dice también en Chile y en México), cuando estemos agripados, independientemente de si es aviar, porcina, asiática, mirada china, etc. abstengámonos, en la medida de lo posible, de salir de nuestras casas, de acudir a lugares públicos y, si lo hacemos, tomemos las medidas necesarias para no hacer daño a los demás.

Es hora ya de que todos tomemos conciencia de la responsabilidad ciudadana del autocuidado.

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