"Marchitó mi vida la muerte, la despiadada/ Al llevarse del mundo el ser que tanto amaba// Dejó mi alma vacía con un dolor profundo,/ ya no encuentro alegría en medio de este mundo...
A Rita Antonia Taborda Corrales, el dolor que le ha producido el conflicto armado, que lleva guardado entre pecho y espalda desde hace algunos años y que le apretuja la garganta hasta convertirse en lágrimas, se le escapa a veces del alma y termina vaciado sobre las hojas de un viejo cuaderno.
Escribe versos para no olvidar, para sanar la herida abierta que le dejó la guerra, desde aquel 9 de noviembre de 2002, cuando las balas de los paramilitares segaron la vida de su esposo a quien llamaba "su viejo", el mismo con el que se casó a los 17 años y con quien compartió durante 47 años "el amor más grande".
"Para mí, la muerte de mi esposo es como si hubiera sido ayer. Uno ve que el tiempo va pasando pero no se olvida. Todavía tengo la herida abierta, es una herida que yo creo que no cierra", recuerda Rita mientras el dolor deja su huella en lágrimas que ruedan por sus mejillas.
Sábado triste
Fue un día sábado que se fue para siempre y nunca pudo volver a regresar/ mi vida está vacía y el recuerdo me atormenta sin cesar/ ni un adiós nos dijimos tan siquiera, porque él andaba siempre muy de afán/ solo me dijo que volvería enseguida y nunca pudo volver a regresar...
Sentada en el regazo de su sala, rodeada del canto de los pájaros y del verdor de sus plantas, Rita escribe cuando la nostalgia vigilante la atrapa y le recuerda la muerte de su esposo Guillermo Antonio Carmona.
El día del homicidio, un sábado a las ocho de la mañana, él salió a buscar a unos peones para realizar una molienda a la semana siguiente. No regresó, la muerte, vestida de camuflado se lo arrebató.
"Se me fue el mundo, yo no me acordaba de nada más. Quería morirme, pero sentía que mis hijos también me necesitaban", dice.
Por eso Rita o Topacio como es conocida, dejó la finca que había conseguido con esfuerzo junto a su esposo en Cocorná, y se vino desplazada a Medellín.
El miedo la trajo y la obligó a vivir en uno de los barrios en donde las calles estrechas y empinadas y las casitas coloridas esparcidas por la montaña, le dan aspecto de un "Pesebre".
"Yo me sentía muy triste. Mis hijos llegaban a visitarme y me encontraban muy mal. Nos abrazábamos y llorábamos. Sentía que no había quien me diera una palabra de aliento, entonces les dije que teníamos que salir adelante, que su papá se había ido pero que nosotros íbamos detrás".
Entonces, la poesía se convirtió en el bálsamo con el que exorciza el dolor por haber perdido a "su viejo" y dos de sus hijos. Ha escrito más de 700 poemas a la vida, el amor, la muerte...
"Esa que se ensañó con migo. Me ha hecho mucho daño. La primera poesía que escribí fue Alma Vacía, dos meses después de que él hubiera sido asesinado".
Su esfuerzo se ha materializado en el libro "El sentido de los años", y desde el programa de Atención a Víctimas del Conflicto Armado de la Alcaldía de Medellín, le han brindado apoyo para la difusión, aunque su venta ha sido baja.
Otra oportunidad
A pesar de los tristes recuerdos y del dolor de su alma, Rita siente ganas de seguir. Agradece a Dios por otro día más de vida. A sus 67 años decidió estudiar ya que no pudo hacerlo por falta de dinero cuando vivió su niñez en el Carmen de Atrato, Chocó.
Su risa ha sido más fuerte que las lágrimas que enjuga cuando recuerda a su "viejo", a quien le escribe los versos que guarda para cuando se encuentren en la eternidad.
"...No quiero recordar/las horas tan amargas/cuando la muerte ingrata/me vino a atormentar.// Dejando mi alma herida/en completa orfandad/ mi esposo nunca vuelve/quedó mi alma vacía..."
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