En la Biblia podemos leer aquella frase que Dios dijo de ¡Hágase la luz!. Y la luz se hizo. Entonces todo era más sencillo, pues nada se sabía de halógenos, fluorescentes o lámparas orientables.
Sin embargo, pese a lo que pueda parecer, todos estos artefactos han sido creados para hacernos la vida más fácil. Con su ayuda, una habitación puede adecuarse perfectamente al uso que pretendemos darle.
Unos sencillos trucos bastarán para que, una vez concluida la tarea, el resultado parezca creación casi divina.
Los expertos de la web facilisimo.com señalan que existen tres modalidades fundamentales de iluminación.
La primera es la genérica, que consiste en una luz potente que nos hace ver la estancia al compleo. La segunda sería la luz de ambiente, que es más tenue y suave, mientras que la iluminación específica, la tercera que mencionan, consiste en centrarse en puntos concretos mediante focos de luz directos.
Manos a la obra
El primer reto está en el salón. Un espacio grande ofrece una gran cantidad de posibilidades. En este caso, la lámpara del techo es un elemento imprescindible pues aporta una iluminación global.
Además, esta solución puede complementarse con un toque de diseño. Los salones de dimensiones generosas facilitan la colocación de lámparas en suspensión espectaculares, que acentúan el estilo decorativo elegido.
Una vez colocada la lámpara, el objetivo es crear diferentes ambientes a través de las luces: dirigir haces de luz específicos hacia el cuadro principal de la estancia o hacia la librería que quiera destacar.
Un rincón para la lectura
Una lámpara de pie orientable puede ser una buena opción para ese hueco que queda junto al sofá. Se trata de un elemento que permite crear un espacio ideal para la lectura en uno de los rincones más cómodos de la casa.
La televisión se ha convertido en un electrodoméstico indispensable en cualquier salón o sala de estar. Es fundamental que las fuentes de luz estén colocadas de tal manera que no proyecten reflejos en la pantalla.
La mesa del comedor, ya se encuentre dentro del salón o en una estancia aparte, también debe contar con el tipo de luz que haga de la hora de la comida un momento agradable y en la que nos podamos ver bien las caras.
Para evitar que la lámpara deslumbre, los expertos proponen colocarla a unos 75 centímetros sobre la mesa y elegir un modelo en el que las bombillas queden ocultas. De este modo se evita deslumbrar a los comensales mientras que los alimentos siguen recibiendo una luz directa.
Fluorescentes para la cocina
Entre fogones, los tubos fluorescentes son una de las alternativas más adecuadas. Pueden colocarse en el techo o bien sobre la zona donde más se vaya a trabajar, aunque también pueden combinarse de las dos maneras.
Dejando la cocina buscamos el cuarto de baño. Las bombillas halógenas, que despiden una luz blanca y brillante, están especialmente indicadas para estos menesteres. Pueden orientarse hacia un punto determinado y, según los expertos de "Consumer", suelen durar entre dos mil y cuatro mil horas.
Llegados a este punto, es necesario huir de los tópicos. Colocar una luz sobre el espejo resulta contraproducente. De esta manera se crean sombras que desdibujan el reflejo, algo que se evita si los focos son laterales [P]