Desde perspectivas diferentes, dos tipos de enfoques, el de la ciencia, la tecnología y la innovación, CT+I, y el de la competitividad, coinciden en la importancia que para el desarrollo y el progreso de los países tiene la creación de sistemas y capacidades regionales y locales.
Desde distintos enfoques de la competitividad se reconoce el hecho de que la base de la misma tiene, en buena parte, su asiento en las regiones y las localidades. Para ello se enfatiza en la creación de capacidades regionales para darles espacios a las empresas y a los negocios para que compitan entre sí en escenarios cada vez más globalizados. Por su parte, desde la CT+I se propone la creación de sistemas regionales de innovación, que se soportan en las capacidades regionales y locales disponibles.
En esencia, el mensaje implícito que revelan los sistemas regionales de competitividad e innovación es que la creación y el fortalecimiento de las capacidades regionales constituyen un asunto vital para el desarrollo de un entorno adecuado para el surgimiento y el desarrollo de las empresas, los negocios y los sectores. Las políticas y las acciones del orden nacional encuentran su complemento necesario en los recursos, los activos, las instituciones y las capacidades regionales y locales.
En materia de CT+I en el sector agropecuario, desde hace un par de décadas el país decidió crear las corporaciones mixtas como mecanismos que facilitaran la ejecución de recursos públicos, al tiempo que motivaran la participación creciente del sector privado en dichas actividades. Simultáneamente, se conformaron e impulsaron centros privados de investigación especializados por producto, y muchas universidades regionales y centros de investigación recibieron el apoyo de Colciencias para conformar y fortalecer grupos de investigación especializados en temas relacionados con las actividades agropecuarias.
En forma paralela, se crearon mecanismos de transferencia y difusión de tecnologías a nivel regional. En esencia, de tiempo atrás el enfoque de desarrollo regional agropecuario ha privilegiado la creación de capacidades regionales y descentralizadas de CT+I, que constituyen el fundamento último de la competitividad. Infortunadamente, los recursos dedicados a estos propósitos han sido insuficientes y los estamentos regionales no han tomado conciencia clara de la importancia que para su desarrollo tiene la creación y la consolidación de este tipo de capacidades.
En el caso de las actividades agropecuarias a nivel mundial, los esfuerzos en materia de CT+I y de competitividad sectorial van dirigidos, precisamente, al fortalecimiento de las capacidades regionales. Para ello se trabaja en la conformación y el impulso de los sistemas regionales de innovación agropecuaria y en los sistemas de competitividad por producto. En este tipo de esquemas participan los diferentes actores regionales, como el Gobierno, el sector privado, las universidades y las entidades de apoyo. Diversos estudios han demostrado cómo este tipo de estructuras se muestran eficaces.
A raíz del éxito que tuvo Embrapa en el desarrollo agrícola de la región del Cerrado en Brasil, y dadas las expectativas que se han creado en Colombia con el potencial de la Orinoquia, se ha planteado la necesidad de que el país se devuelva en el tiempo y haga de Corpoica el Embrapa colombiano. Nada más inapropiado y contraproducente que retomar el caduco e ineficaz modelo de una única entidad que centralice las actividades de CT+I en el sector agropecuario. Esto sería avanzar en contra de la corriente de la historia.
Colombia es un país de regiones, con un alto nivel de heterogeneidad y gran diversidad de suelos y climas. Nuestra riqueza y nuestro potencial están, precisamente, allí. Por ello, antes que volver a transitar caminos abandonados por ineficaces, debemos reconocer nuestra propia realidad y avanzar en la creación, el desarrollo y la consolidación de las capacidades regionales de CT+I sectoriales.
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