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¿Contribución o compromiso?

07 de noviembre de 2009
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Trigésimo segundo domingo ordinario

"Dijo Jesús: Os aseguro que esa viuda ha echado más que nadie. Los demás han echado lo que les sobraba, pero ella, lo que tenía para vivir". San Marcos, cap.12.

En África se cuenta a los niños esta historia alrededor del fuego: Salieron de paseo una gallina y un cerdito. Sin darse cuenta, se fueron acercando a la ciudad. En la vitrina de un restaurante se leía: "Desayuno: jamón y huevos".

-¿Entramos? -preguntó entusiasmada la gallina.

-Un momento -respondió el cerdito. Yo tengo que pensarlo muy bien. Lo que para ti es una contribución, para mí es? un compromiso.

Existe también para nosotros, cristianos, una gran diferencia entre contribuir y comprometernos. Esta viuda del Evangelio no se limita a contribuir con sus reales: compromete su subsistencia.

¿Qué nos sucede cuando empezamos a adquirir cosas, propiedades, títulos o cargos? El proceso es el mismo. Nos habíamos comprometido con el Evangelio. Pero luego, nos limitamos a contribuir de vez en cuando.

Un joven médico hizo su año rural en un pueblo sin nombre. Se sacrificaba por sus enfermos. Era amigo y consejero de todos. Luego se especializó en el exterior. Ahora su consulta vale mucho dinero. Camina de prisa. Que ningún inoportuno lo detenga.

Ya no tiene amigos. Tan sólo tiene pacientes. Detrás de tantos muros se ha quedado solo. Contribuye, claro. El cheque lo entregará su secretaria.

Igual cosa puede sucederle al sacerdote. Comenzó su trabajo en una aldea. Luego orienta un programa de pastoral especializada. Ya no tiene contacto con la gente. Por eso habla de laicado, estamentos, programas y objetivos. Se ha olvidado de los nombres propios.

Así la maestra de escuela, amiga un tiempo de los niños y padres de familia. Llega a ser la directora y entonces se refiere a áreas, al estudiantado, la comunidad educativa... y ya no es invitada a la mesa de los pobres.

El ejecutivo joven que se codeaba con el obrero en la sala de máquinas, pasa ahora ante él con un "buenos días" indiferente. Y habla del personal, olvidando que personal viene de persona.

El político en germen, que alternaba con el campesino, se aparta con el tiempo de su gente y por eso lo preocupan las masas, el conglomerado y el partido. A todos nos sucede. Adquirimos cosas y con ellas, alarmas, rejas y porterías para defenderlas. Y nos quedamos solos y distantes. Decimos: es inevitable, qué lástima, es la vida. Ya no podemos comprometernos. Nos limitamos a contribuir.

Sin embargo hay personas que, en medio de las responsabilidades, los cargos y los títulos viven a plenitud el Evangelio. Pero volvamos a aquella viuda pobre. ¿Como padres de familia, nos limitamos a dar vestido, alimento, educación, o sabemos comprometer nuestra tranquilidad y nuestra paz con cada uno de nuestros hijos?

¿Como amigos, sabemos sacrificar nuestro descanso por ayudar a otro, por acompañar su soledad, por confortar su desaliento? ¿Nuestro tiempo, nuestro precioso tiempo, lo sacrificamos para enseñar, aconsejar, para curar, para luchar por un mundo mejor?

En una palabra: ¿vivimos nuestro cristianismo como un compromiso o apenas como una contribución pasajera?

(Publicado el 11 noviembre de 1979).

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