Jugó baloncesto y dice que no le fue muy bien. Y como la mayoría de chicos de Carepa, donde creció después de que su familia se radicara allí, intentó enrutarse por el fútbol, pero supo que eso no era lo suyo. El voleibol le tenía reservado un puesto de honor.
Cristian Palacios es un morocho de 20 años y 2.03 metros de estatura. Nació en Quibdó y acaba de regresar del Suramericano en Brasil, donde integró la Selección Colombia que, por primera vez, obtuvo la medalla de bronce y está cerca de ir al Mundial.
El espigado jugador que actuará con la U. de M. en la final nacional del Torneo Interclubes, que comienza hoy en el Coliseo El Cielo, de Rionegro, conserva la sonrisa por el deber cumplido. "Fue una experiencia única, cualquier jugador de Colombia hubiera querido estar ahí, en ese momento histórico; me siento orgulloso".
Cristian, de respuestas rápidas y certeras, como los toques de balón que hace desde su posición de centro, concluye que los logros del voleibol criollo se deben a que los jugadores quieren sobresalir más, y se entregan con ahínco "a los entrenamientos, las concentraciones y los torneos, y eso se refleja en la cancha". También resalta, aunque faltaría más, las competencias fuera del país y las becas que compensan un poco el sacrificio que ellos hacen. Él estudia Negocios Internacionales.
Seguir vinculado al equipo patrio y jugar en Europa o Brasil, son sus metas. Por ahora seguirá ofreciendo lo mejor de sí y escuchando los consejos de su amigo Álex Moreno, otro voleibolista criollo que brilló en el Suramericano.
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