No puedo negar que por ese morbo cultivado en este país de morbosos (no me salvo de eso), siempre se cae en la tentación de leer libros como Sin tetas no hay paraíso, Las Prepago o la serie de narraciones sobre los secuestrados, que poco o nada aportan al nivel cultural.
Y también por ese amarillismo mal cultivado se pueden pasar por alto libros interesantes como el que publicó Editorial Planeta, De frente y sin miedo, sobre el Cardenal Darío Castrillón, escrito por César Mauricio Velásquez, a quienes todos conocen por ser el secretario de Prensa de la Casa de Nariño y no por lo que es en realidad: un periodista de los buenos.
En este libro, que se deja leer fácilmente, se puede encontrar eso que en los otros se pierde por su levedad: la verdadera naturaleza del hombre de hoy. A pesar de que hay lecciones de moral, De frente y sin miedo , como bien se ha llamado a este libro, es una revisión al espíritu del hombre moderno, claro está, con la visión de un hombre forjado en las brasas más ardientes de la Iglesia Católica.
Las observaciones de Castrillón, conducidas por un conocedor del tema como es César, son firmes, sin ambigüedades y dejando claro los criterios sobre temas como el aborto, la eutanasia, la Iglesia y, por supuesto, el de moda, el celibato.
Sobre este último tema, del que muchas tonterías se han escrito, Castrillón explica que el celibato es un compromiso, un matrimonio, que los sacerdotes hacen libremente (no hay nadie con una escopeta obligándolos) con la Iglesia Católica y cualquier salida de allí, desde el horror de la pederastia hasta irse a conversar en una playa y darse besos, es una infidelidad a ese compromiso.
Y eso también significa que para ser pederasta no hay que ser célibe ni tampoco para irse a acostar con una feligresa. Lo escribo, para ver si pensamos más antes de hablar de celibato y no lo reducimos simplemente a oraciones como "él es también un hombre".
"El problema de los pederastas se acabaría si acaban con el celibato", que resuenan como himnos de esta sociedad, en la que cada vez leemos más libros sobre narcotraficantes y proxenetas, que sobre hombres que han servido a la comunidad y conocen, con todos los errores que han cometido, al ser humano como el Cardenal Castrillón.
PD: Y también vale la pena revisar en este libro el capítulo en el que se de una visión personal de monseñor Castrillón sobre ese hombre gigante que fue Juan Pablo II.
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