La intervención inicial, la escrita, mostró al jefe negociador del Gobierno, Humberto De la Calle Lombana, en un discurso calculado y redactado con sencillez. De pocos y rigurosos adjetivos y exento de juicios de valor. Dos categorías definen esa primera parte: “limpieza idiomática y prudencia política”.
Las intervenciones del exministro, en la rueda de prensa posterior, dejaron ver al experimentado y viejo zorro de la política y de otros procesos de negociación con las Farc. Las palabras que definen ese tramo de su presentación son “coherencia discursiva y claridad procedimental”.
A las 8:43 de la mañana en Colombia (3:43 de la tarde de Oslo), De la Calle adelantó una ordenada exposición de argumentos en una jornada que calificó de “memorable”. Tardó 17 minutos. Su presentación resultó breve, directa, prudente. Enfocada en los procedimientos y marcos que regirán las conversaciones.
Apenas iban unas líneas y ya el jefe negociador enfatizaba en un asunto crucial para el Gobierno: “es esencial la confidencialidad”. No se negociará delante de los micrófonos y llamó a impedir filtraciones que afecten en forma grave el proceso. Esto recoge la experiencia de otros diálogos de Colombia y del mundo: una paz de protagonismos mediáticos es tan chocante como frágil.
Durante su discurso inicial, De la Calle evitó referencias personales. Evitó agravios y reclamos. Y evitó señalamientos y epítetos de cualquier índole. Limpio, con un lenguaje de tono constructivo, siempre tuvo como guía de sus observaciones el apego a la agenda previamente definida. El Gobierno, mediante su equipo negociador, quiere impedir que el foco de las conversaciones se desvíe hacia apreciaciones ideologizadas y subjetivas.
“No vinimos a catequizar a nadie”, dijo y advirtió el respeto que habrá a las posiciones de las Farc, pero en un proceso que es absolutamente nuevo y que se quiere desligar del pasado. Un proceso “serio, digno, realista y eficaz”.
Toro al ruedo... de la prensa
La veteranía de De la Calle sobresalió durante la rueda de prensa. Tenía muy presente que apenas se trataba de la instalación de la mesa y no adelantó posiciones ni se prestó para especulaciones. Sus respuestas fueron agudas, sin retórica, pragmáticas. Firmes.
De la Calle puso a girar el trompo sobre una línea recta de la que no quieren salirse ni él ni el equipo oficial: no se negociarán ni el modelo de Estado ni el económico ni la Constitución.
El vocero del Gobierno respondió con calma, sin sobresaltos. Sorteó a la prensa con habilidad y llamó la atención de las Farc para que no les pongan nombres a los efectos negativos del conflicto. Él sabe que ahorrarse estigmas es ahorrarse cargar cruces desde el principio.
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