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DE LA ESCUELA DE MUROS A LA ESCUELA DE LA CALLE

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    DE LA ESCUELA DE MUROS A LA ESCUELA DE LA CALLE |
22 de noviembre de 2012
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Los estudiantes del país están iniciando hoy sus vacaciones escolares. Se pone punto final al currículo de las aulas, pero se da apertura a otras "asignaturas", quizá de mayor impacto, esa cátedra plural y profusa de la calle.

Queriendo mucho a la escuela, tengo la sensación de que se dan aprendizajes más significativos para la formación de los niños y jóvenes en la experiencia de la vida.

Es la calle, los retos que presenta la experiencia cotidiana, el conflicto de su entorno, incluso las dificultades de diversa índole, que viven en sus casas, lo que cimenta de forma más efectiva su "edificio personal".

El gran reto de la escuela es convertir las aulas y los espacios de socialización en escenas vitales, transformarlos en territorios de experiencias reales, hacer que los fríos contenidos curriculares estén estrechamente cruzados con los intereses y necesidades de sus estudiantes, con la historia que viven.

Esto ya lo había escrito Dewey un siglo atrás: proponía para la escolaridad un modelo de experiencia vital, la escuela como laboratorio para conectar con la vida misma.

Por la historia personal, tengo claro que los rasgos más característicos y visibles de mi personalidad son esos aprendizajes que me ofreció la escuela, ya fuera en la primaria o en la secundaria, incluso en la universidad, en escenas que no tenían que ver con las obligaciones de aula, y de las que sabía que no me pedirían cuentas luego ni serían tema de examen.

Las academias literarias, los grupos musicales que conformábamos, la participación en elencos para montar obras de teatro, las brigadas para limpiar y acariciar la huerta, las sesiones de audición musical, la participación en la "escolla cantorum ", las caminadas de tarde entera que hacíamos los miércoles, fueron mis más efectivas clases.

Los aprendizajes que allí tomé son los que hoy, como adulto, persisten bajo mi piel, y me delatan cuando estoy con otros, esas marcas que los demás identifican como mi sello particular.

Entonces, el gran reto para la escuela es zanjar la distancia que hay entre la escolaridad y la vida; quiere decir, hacer de la escuela un territorio de experiencias vitales.

Y en la medida que sean vivenciales las escenas vividas en la escuela, aportarán de forma efectiva para la formación del "propio edificio", que es la metáfora utilizada por Freinet.

Ahora que los estudiantes inician esas otras "asignaturas" que los confrontarán con la vida misma, es el momento de confirmar en qué medida la escuela les ha dado herramientas para leer de forma crítica -transformadora- lo que pasa en su entorno.

Ojalá que al regresar a las aulas no perciban un salto abrupto de la realidad a la ficción de las clases, y encuentren otro espacio vivencial para seguir creciendo.

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