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Desnudos y censura

29 de abril de 2009
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Estamos en manos de Samuel. No sólo los bogotanos sino el país entero. Sí, el Alcalde Mayor de Bogotá tiene para la firma un proyecto de acuerdo que busca, dice la autora, "prohibir la exhibición de imágenes pornográficas a menores de edad en establecimientos de comercio", con el fin de proteger a la niñez de ese tipo de material.

Ella, la autora, es una concejala de Cambio Radical (para el caso importa poco en qué sector político milita), vocera de sectores cristianos (eso tampoco ni quita ni pone), que tomó como punto de partida un artículo, el 117 del acuerdo 079 del 2003, en el que se ponen límites a la posibilidad de que los niños accedan a material pornográfico destinado a los adultos. Es decir, que lo adquieran. Ahora ella pretende modificarlo. Quiere que ni siquiera se exhiba.

Y argumenta que otro artículo, el 20 de la Ley 1098 de 2006 -Código de la Infancia y Adolescencia- señala que, "la infancia y la adolescencia deben ser protegidas contra la violación, inducción, estímulo y constreñimiento a la prostitución; la explotación sexual, la pornografía y cualquier otra conducta". Desde el orden meramente legal, la discusión podría terminar ahí: la pornografía es dañina (claro que lo es), y qué mejor que proteger a quienes aparecen como sus más probables víctimas, los menores.

Pero no. Por el contrario, lo que acaba de comenzar es la discusión. Porque ocurre que la definición de pornografía de la concejala es bastante diferente a la que tiene sobre el mismo tema, por ejemplo, la Real Academia de la Lengua:

"Pornografía: 1- Carácter obsceno de obras literarias o artísticas. 2. f. Obra literaria o artística de este carácter. 3. f. Tratado acerca de la prostitución".

Y recurrimos al diccionario para no meternos en honduras sobre lo que consideraban pornografía tipos como el director de cine Federico Fellini o Salvador Dalí, en cuyas obras podría abundar, dirían algunos, ese carácter obsceno.

Creería uno que la concejala más bien se refiere a esa tercera acepción: "tratado acerca de la prostitución". Pues tampoco. Para ella, la pornografía es, simple y llanamente, "la exhibición de cuerpos desnudos".

Bueno, ahí el tema es más complejo. El término "cuerpos desnudos", lo que se dice "cuerpos desnudos", ofrece una fila interminable de opciones. Pueden ser los angelitos que se le ocurrió pintar a Miguel Ángel en la Capilla Sixtina o su David (qué horror, señora concejala, sin ahorrarse nada y, aparte, hombre), o el divino trasero a sus cincuenta de Amparo Grisales o el incomparable de Isabel Cristina Estrada, a los que tenga (que no es un dato relevante).

Pero además entremos en otro debate, ya no sobre lo que es pornografía sino algo más difícil. ¿Qué es un desnudo? ¿Será desnudo, preguntan preocupadas mi mujer y mi hija menor, cuando Cristiano Ronaldo se quita la camiseta para celebrar un gol? ¿Será desnudo, pregunta mi nieta, el ligero bikini que lleva Ana Sofía Henao en las tapas de los cuadernos? ¿Serán desnudos o pornografía explícita, pregunto yo, los de Homero y Marge Simpson, el día aquel en que Bart los pilló, por entrar en la alcoba sin golpear la puerta?

Ya veo venir los censores, esos señores de lentes oscuros y caspa que cae como nieve, cerrando droguerías, tiendas y panaderías. Ah, y revistas y periódicos. Los unos, por cómplices y los otros por productores e incitadores, mientras los niños se ríen frente a sus pantallas y al generoso menú, ese sí pornográfico, de internet.

Samuel, usted verá.

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