Los paros y las voces de protesta de todo el sector agrícola del país son una respuesta tardía de la revaluación o apreciación del peso colombiano que se inició por esta época hace diez años y que demuestra la incompetencia para evitar tal apreciación, tanto de los gobiernos y sus ministros de Hacienda desde entonces, como del gerente del Banco de la República, señor José Darío Uribe Escobar, así como de la mayoría de los miembros de su Junta Directiva, es decir, de todas nuestras autoridades monetarias.
En esta columna hemos comparado las actividades de dicha Junta con las de los “astrónomos”, quienes se dedican a describir las órbitas de las estrellas; pero sin poder intervenir en ellas. Siempre me han llamado la atención las explicaciones del gerente Uribe relativas a los motivos por los cuales no pueden las autoridades monetarias tomar ninguna medida contra la apreciación destructora del peso colombiano, porque a todas las utilizadas por otros países les encuentra efectos secundarios devastadores. Para él no existe medida económica que pueda tener un efecto neto positivo para evitar la destrucción de la producción y el empleo nacionales.
Entiendo que en repetidas declaraciones ha manifestado el señor Uribe que para las autoridades monetarias colombianas carece de sentido introducir en sus estudios el lavado de dólares del narcotráfico, culpable de primera fila en la apreciación, lavado estimado por la Asobancaria en 11.000 millones de dólares por año, cerca del 3% del PIB y sobre los cuales el Gobierno intercepta solamente una ínfima parte. A los sectores productivos les convendría la presencia en la Junta del Emisor de menos teóricos, más empresarios y utilizar más el método de ensayo y error en sus medidas.
Las autoridades monetarias colombianas no parecen vivir en este mundo. Repito mis razones, el ministro de Hacienda de Rusia acaba de afirmar que vivimos hoy “la guerra mundial de las tasas de cambio manipuladas” y por acá nos defienden nuestras autoridades comprando unos reducidos dolaritos en la bolsa de valores. Sospecho que el crecimiento anual del PIB le permite al Emisor comprar más dólares sin causar inflación. Tampoco resulta absurdo emitir unos pesos para comprar dólares e imprimir luego unos bonos respaldados por los dólares, con el fin de venderlos en pesos y neutralizar así la emisión inicial, como se hace hoy en Perú.
Insisto en lo que recomiendan autorizados economistas. Colombia necesita establecer una tasa de cambio mínima y deslizante hacia arriba, con el propósito de llegar pronto a los $2.500 por dólar, como en Suiza. Los colombianos, el Gobierno y Ecopetrol tendrán que endeudarse más en adelante, en pesos colombianos, y comprar dólares con ellos en la bolsa si fuere el caso. Los llamados “capitales golondrina” o inversiones temporales de portafolio deben regularse. Se habla de que un porcentaje importante de la inversión extranjera directa es un lavadero de dólares y medio de trampas para evadir impuestos.
Proteger la producción y el empleo nacionales con una tasa de cambio competitiva es algo necesario en la hora actual, y “lo que es necesario debe hacerse posible”. Si el cambio se cotizara hoy en $2.500 por dólar, se habrían evitado todos los paros recientes.