En las hojas de un cuaderno, en un abanico de cartón o hasta en la camiseta. Lo importante es tener el autógrafo y, si se puede, alguna manilla, botón o lo que sea que les dé pie para "chicaniar".
Están en las afueras de la Villa Suramericana o en la estación Aurora del metrocable, y para llamar la atención de los deportistas se vale todo, hasta un "¡Oee!, don, el de Perú", que se le oyó a Alejandro Ríos, de 13 años, que lleva, sin falta, acudiendo allí desde el miércoles.
En sus manos tiene un pequeño ramo de flores blancas y lilas que le regaló una jugadora colombiana. "Estaba mirando cómo le tomaban fotos y ella se me acercó y me las entregó. Me dio mucha emoción", relata pero sin perder de vista las delegaciones que arriban.
Una de Uruguay le mandó un beso y una chilena un abrazo. Tiene las pruebas, se lo dejaron por escrito en el cuaderno. Ayer, portaba un abanico lleno de firmas.
Isabela Botero, de 10 años; y Santiago Saldarriaga, de 11, se quedaron cerca a la llegada de las cabinas del metrocable. Toda la semana se han pegado su viaje hasta la Villa para conocer a los jugadores. Tienen mensajes de personas de casi todas las naciones participantes.
"Les decimos que nos pongan de dónde vienen y el deporte y otros nos dejan mensajitos como que nos desean muchos éxitos".
Los más amables, cuentan, son los de Brasil. "¡Ah! y Chile, claro", insiste Santiago, pero interrumpe su frase cuando ve a unas rubias nadadoras argentinas que lo hacen salir corriendo, cambiar la hoja y preparar lapicero. "Mire, aquí me firmó una, se llama Bren", dice sonrojado.
Y nunca lo olvidarán
Sebastián Casas, Andrés Morales, Anderson Cano, Sergio Cardona y Andrés Álvarez, cursan décimo e hicieron todo el recorrido desde el Tricentenario hasta la Villa en el sistema metro.
Querían saber cómo era ese lugar, aunque fuera de lejos. "Fuimos a ver un partido de fútbol sala y de voley playa y muy bacano conocer a gente de otros países", comentan mientras miran para todos los lados. "¡Qué nota como hablan! Claro que lo mejor es oír a los de Brasil".
Con un marcador se pasea Jaime Andrés Londoño, de 13 años. Su ropa le sirvió de lienzo y consiguió que miembros de varias delegaciones le estamparan los nombres y hasta dibujos de sus banderas. Ya tiene cinco camisetas firmadas. "Quiero tener un recuerdo de ellos. No me da pena acercarme".
Nelson García, un luchador colombiano, dejó su marca en ella. "Es muy bonito porque uno no espera esta respuesta de los niños. Esto lo reconforta a uno después de una competencia", dice.
Detrás de los muchachos de balonmano de Chile van Isabela y Santiago. Lidio Mera, de ese grupo, expresa que muchos niños los buscan y que han sentido el cariño.
Por eso, en el partido de hoy a las 7 de la noche, contra Argentina, tienen preparado un pequeño acto de agradecimiento.
A estos fanáticos de los Juegos les emociona eso de buscar un recuerdo. Angie Valentina y Brian Sierra Gaviria exhiben orgullosos un pin olímpico que les regaló un chileno. Su mamá les toma fotos y la niña rubia de 10 años, narra que hasta el domingo que cumplió años, su plan fue recolectar firmas.
Mateus Gómez, de 10 años, pasa por ese sector todos los días, camino a su casa. Después de varios intentos por lograr un souvenir, un peruano le da una manilla color amarillo.
"Esto es muy bueno, porque muchos han dicho que están amañados en Medellín y yo estoy feliz con estos vecinos. Es que nunca habíamos tenido jugadores de otros países por acá".
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