Presidirá la ceremonia el actual Pontífice, Francisco, y en primera fila estará el Papa emérito, Benedicto XVI, principal impulsor del proceso de canonización del Papa polaco.
Roncalli, nacido en 1881 en Sotto il Monti, aldea de la Lombardía italiana, en el seno de una humildísima familia, llegó a ser uno de los Papas más venerados de la historia. El nombre con el que lo acogieron los fieles lo dice todo: el Papa Bueno.
Máximo jerarca de la Iglesia durante cinco años (entre 1958 y 1963), convocó el Concilio Vaticano II e impulsó el aggiornamiento (puesta al día) de muchos de los ritos y doctrinas de la Iglesia que requerían con urgencia una puesta a tono con los tiempos.
El Papa Bueno no fue, pues, solo una figura bonachona que rompió una tradición de jerarcas hieráticos y distantes. Fue un auténtico pastor, un párroco universal y cercano.
Karol Wojtyla, por su parte, nació en 1920 en Wadowice, cerca de Cracovia, Polonia. Cuando fue elegido Papa en agosto de 1978, a su 58 años, fue el primer pontífice no italiano en más de cuatro siglos.
Políglota, culto, deportista, en su juventud fue obrero, actor, poeta, profesor. Su biografía es un apasionante recorrido por las adversidades, triunfos y grandes derrotas del siglo XX. Sobrevivió al nazismo invasor de su país, al comunismo totalitario y, siendo ya obispo de Roma, a un atentado en la propia Plaza de San Pedro que lo dejó gravemente herido.
Juan Pablo II, de gran carisma, profundamente espiritual y devoto, hombre de oración, lo fue también, y ante todo, hombre de acción. El Papa viajero, el Peregrino de Dios, no se sentó a hacer vida contemplativa en la Santa Sede. Partió muy pronto por el mundo entero, comenzando por América Latina (su primer viaje fue a Puebla, en México).
Su profundo espíritu religioso, que conmovía a quienes lo veían orar en silencio (como lo testificó en su día el hoy presidente de Israel, Simon Peres ) no fue incompatible con su rol de líder político mundial. El mismo Mijaíl Gorbachov ha dicho que la caída del Muro de Berlín y la desaparición de la ominosa Cortina de Hierro no habría ocurrido tan pronto de no ser por el liderazgo político y espiritual del Papa polaco, que sin tropas ni ejércitos hizo llegar su claro mensaje de libertad y dignidad humana a todos los rincones del planeta.
Algunos critican al Papa Wojtyla su supuesta inacción ante los escándalos de pedofilia de sacerdotes. En especial, su protección a Marcial Maciel, representante de los vicios de quienes predican y no aplican la moral cristiana. En el proceso de canonización este tema ocupó la intervención de varios testigos, y es un asunto que la historia deberá dilucidar.
¿Tiene importancia para un mundo disperso en sus creencias religiosas, o directamente descreído, elevar a los altares a dos pastores que no por haber sido Papas, dejaron de ser seres humanos? Es indudable que sí. Precisamente, porque su condición humana logró caminos de perfeccionamiento, espiritualidad, valor y heroicidad que son ejemplo para todos
LOS PAPAS NO HAN SIDO UN MODELO PARA LA CRISTIANDAD, NI EJEMPLO DE SANTIDAD
Por JUAN G. BEDOYA
Editor de información religiosa del diario El País, de España
Francisco, como siempre, está en el equívoco. Por una parte, canoniza a un Papa de la reforma, a un Papa abierto, que quería una Iglesia reformada, popular, que convoca nada menos que el Concilio Vaticano II, y frente a él, sube a los altares a un Papa ultraconservador, totalitario, de un carácter muy fuerte, que recorrió el mundo condenando teólogos, resucitando la Inquisición (con otro nombre), que daba la comunión al dictador Pinochet mientras condenaba a sacerdotes de izquierda. Los dos Papas son como el agua y el aceite. Francisco canoniza dos modelos de Iglesia que se oponen y no se entienden.
Juan Pablo II, ante los casos de pedofilia, miró para otro lado. Como era orgulloso y veía enemigos por todas partes, creyó que aquello era un ataque contra la Iglesia. Ignoró las pruebas. Un escándalo.
En los últimos 300 años solo ha habido un Papa santo, San Pío X, lo que indica que los pontífices reconocían que ellos no eran un modelo para la cristiandad: ni de pobreza, ni de humildad ni de comprensión ni de santidad. Y de pronto, sale Ratzinger (Benedicto XVI) a decir que hará santo a un amigo personal suyo, ¡por favor!
En suma, el modelo de cristiandad que predicó su fundador, Cristo, no se corresponde con el de los pontífices romanos.