En toda reunión que busca mejorar la actual situación que vive el país -corrupción, violencia, avaricia, falta de civismo-, en algún momento se dice que lo que hace falta es educación, sin especificar a quién hay que educar. Se supone que es a los niños, el futuro de la patria, pero 'el futuro' es un término vago, y nuestros problemas no dan espera.
Por lo general se asocia 'niños' con la infancia, con actividad femenina reducida al ámbito hogareño, cosa ajena a aspectos importantes como la política, el progreso, la ciencia, la investigación, el civismo. Y ahí está la explicación de que no mejoremos: hoy, en Colombia, la educación importante, la que produciría resultados positivos para controlar la violencia, la agresividad, la ambición, el despilfarro, la falta de ética en funcionarios y profesionales, no es la que se refiere a los niños, sino a los adultos.
Los niños hacen lo que ven que hacen sus padres, creen lo que les dicen sus abuelos, se antojan de lo que ofrece la publicidad, se comportan como los protagonistas de las telenovelas. El ejemplo más evidente es el que ya he mencionado varias veces: todo niño, aún los no muy inteligentes o hijos de padres ignorantes, a los tres o cuatro años, habla con un acento idéntico al de los adultos que lo rodean. Si el adulto es grosero, el niño lo imita, si le parece cosa de poca importancia mentir, engañar o robar, el niño que lo ve, lo quiere y depende de él, copia todas esas actitudes.
Japón, en medio de su reciente y atroz catástrofe, le dio al mundo una lección de civismo, educación y control, que fue admirada por cuantos vieron las imágenes por televisión: todos obedeciendo las indicaciones que les daban. En medio de grandes angustias no hubo un saqueo, un atraco, una falta a la noción de que el mal era de todos y se tenían que ayudar para sufrir menos; una población adulta, perfectamente educada para una situación inesperada y dramática. Los niños no eran los bien educados; iban calladitos cogidos de la mano de sus padres, mirando y asimilando cómo es que uno se comporta en casos de profundo dolor.
Se puede argumentar que esos adultos, cuando eran niños, fueron bien educados.
Pero es que en Colombia los que hoy son adultos, en una gran mayoría, no fueron bien educados y lo urgente aun cuando sea difícil, es empezar por educarlos.
Las herramientas que tenemos a la mano son los llamados 'medios', la publicidad, la televisión, la prensa.
Tres actividades que andan sueltas, sin dirección, sin más meta que ganar dinero, conseguir audiencia, antojar, impactar. No tienen freno ni hay control sobre los canales, los programas, el publicista, el fotógrafo, el periodista, la empresa patrocinadora; rating ¡como sea!
En el Centro de Fe y Culturas se piensa que la ciudadanía debería estar sometida a una formación constante, obsesiva, del bien obrar, que siga las indicaciones que en algún documento señaló san Cipriano según las cuales, por el solo hecho de ser ciudadano, debe aportar al bienestar del conjunto y seguir el ejemplo de Cristo: "humildad en la conducta, firmeza en la fe, -sea cual sea la que profesa- moderación en las palabras, justicia en las acciones, misericordia en las obras, rectitud en las maneras; ser incapaz de hacer mal, pero poderlo tolerar cuando se es la víctima, conservar la paz con los hermanos?".
Los medios, como los chismes, los rumores, las sospechas, tienen una gran influencia en la conducta del público: están a tiempo de empezar una campaña ética, agresiva, patriótica.
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